25 de abril de 2024
25 de abril de 2024 | Las Noticias del Ministerio Público Fiscal
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ATAJO del Bajo Flores
Relato de una muerte inexplicable
Mario resultó muerto accidentalmente tras un tiroteo nocturno en la villa 1.11.14. La angustia de su mujer, Orelia, al exponer su caso en el ATAJO. La actuación del equipo del Programa de Acceso Comunitario a la Justicia del MPF.

“Lo extraño; él era bueno conmigo, con los niños, los llevaba a jugar, los cuidaba”. No hay mayor precisión que esa en el vínculo. No hace falta más. Orelia tiene 42 años, es boliviana y pobre, y parece de menos edad. O más, según la cantidad de llanto acumulada en sus ojos. Cierto día de febrero, se acerca tímidamente al ATAJO del Bajo Flores. Su voz a medio camino entre el silencio y la murmuración delata su angustia. Hace unos días, exactamente en la noche del domingo 24 de enero, su marido, Mario, resultó muerto en las calles imprecisas, de recorridos sinuosos, de la villa 1.11.14, luego de una confusa situación, en la que hubo un tiroteo del que participaron efectivos de la Gendarmería.

Orelia caminaba junto a Mario cuando escuchó los disparos. Fue entonces que caminó más rápido y se separó de él, para llegar antes a la casa con sus cuatro niños. Tras dejarlos, volvió hasta el lugar donde había dejado a su pareja, porque no llegaba. Cuando lo alcanzó, su marido ya no era él: su cuerpo yacía en el piso, inmóvil, adentro de silencio atroz, entre un charco de su propia sangre y evidentemente ya sin vida.

A la desigualdad, la falta de oportunidades, la condición de migrantes, la vida lejos de los afectos y la tierra originales, Orelia debe sumarle ahora el absurdo de una muerte demasiado cercana. De tan obvia que es a veces la injusticia, se vuelve inexplicable. Un tiro pasa volando por el aire y a algún pobre le tocará: esta vez fue a Mario. Esa es la única herencia que le deja a su mujer. Y sus recuerdos. Podría haber sido Orelia, o alguno de sus hijos. Fue Mario.

Mientras Orelia relata el hecho, su voz se entrecorta una y otra vez. No quiere hablar tanto de la escena de muerte, ni ceñirse a los detalles de esa noche. Ya habrá tiempo para eso. Por ahora, prefiere hablar de Mario, su pareja desde hacía varios años.

Tenían una relación excelente, dice. Se sentían compañeros uno de la otra. Mario trabajaba y llevaba la plata a la casa, mientras Orelia se encargaba del cuidado de los niños. A veces, sin embargo, los roles se invertían: Mario la ayudaba con las tareas domésticas cuando a ella le salía alguna changa.

Ahora Orelia no para de llorar. Está realmente desesperada. Se ve adentro de un hueco profundo como la negritud de la noche, del que no sabe cómo podrá salir. Todavía no comprende qué pasó. Ni cómo la vida puede cambiar tanto entre un segundo y otro. Dice no saber a dónde ir, ni qué hacer, ni cuál puerta golpear, buscando qué ayuda. La muerte le parece una prenda que salió en Berlín. Sólo la calma el abrazo de Rocío Brandariz, trabajadora social del equipo ATAJO, con quien Orelia alcanza gran confianza.

Su primera intención al acercarse al ATAJO es saber qué pasó esa noche y cómo fue exactamente que la vida de Mario se apagó. También, le preocupa su situación económica. Su pareja era el pilar de la familia y quien aportaba el principal sostén material.

Cuando llega al ATAJO ubicado en la avenida Riestra, en la manzana 26 de la villa, reconoce que es la primera salida que hace a la calle, tras la muerte de Mario, ocurrida diez días antes. “Parece como si estuviera en un sueño”, grafica. Cuando alcanza cierta sintonía con el equipo interdisciplinario que escucha su relato, cuenta que “el día que murió mi hermano, en diciembre, yo viajé a Bolivia para estar con mi mamá, que ya es muy grande y quedó sola. Él me ayudó también con esto. Se quedó aquí con los niños, y ahora yo no sé qué hacer acá”.

La mujer vino de Cochabamba hace algunos años. Apenas conoció a Mario, se mudaron juntos a la manzana 28 del barrio. Ella tiene 4 hijos, dos varones y dos nenas, de un matrimonio anterior, de 15, 12, 7 y 4 años. Una de ellos, la de 7, tiene una discapacidad mental. A raíz de ello, la madre tramitó el Certificado Único de Discapacidad. Ese certificado es un documento público, que abre la puerta al Sistema de Salud y a los beneficios creados por la normativa vigente, destinados a ese grupo de personas. Al día de hoy, sin embargo, Orelia no pudo percibir por su hija la correspondiente ayuda estatal.

Su hija, de nombre Bethania, se atiende regularmente en el hospital infanto-juvenil Tobar García, en Barracas. La niña requiere, naturalmente, una especial atención para cumplir con los turnos médicos, los exámenes periódicos y demás cuidados. Esta situación agrava aún más las escasas posibilidades laborales de la familia. Por pura necesidad y urgencia, Orelia vende ropa interior de mujer en la feria del barrio. Muchas veces, no obstante, no puede armar el puesto debido a la imposibilidad de dejar al cuidado de alguien de su confianza a su hija, que necesita asistencias específicas.

La actuación de ATAJO

La primera intervención de ATAJO consistió en algo tan simple y vital como escuchar. Contener. Brindarle a Orelia la posibilidad de relatar detalladamente toda su historia de vida, sus preocupaciones, sus esperanzas (pocas), para que se desahogara y comenzara a transitar su duelo. Esta etapa resultó indispensable para que la vecina pueda, por ella misma, comenzar a vislumbrar algunas posibilidades que le permitan continuar con su vida y reordenarla, tras aquella fatídica noche de enero.

En cuanto a lo estrictamente jurídico, el equipo ATAJO se dio a la tarea de averiguar dónde se tramita la investigación judicial abierta tras la muerte de su marido, cuya pesquisa por homicidio se encuentra a cargo de la fiscalía descentralizada de Nueva Pompeya-Parque Patricios, cuyos titulares son los fiscales Adrián Giménez y Marcelo Munilla Lacasa.

En paralelo, fue trabado contacto con el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, que tiene presencia activa en la oficina Interministerial que funciona diariamente en el Bajo Flores, para interiorizar a sus operadores sobre la angustiante situación de Orelia. En tal sentido, ya fueron iniciados los trámites para que la mujer pueda comenzar a percibir mensualmente la pensión que le corresponde por la discapacidad de Bethania. .

En relación a las dificultades económicas de Orelia y su preocupación por el alimento diario de sus hijos, ATAJO conversó con Aldo Morán, un referente barrial, que gestiona desde hace largos años un comedor comunitario, en la misma cuadra de la agencia ATAJO. El responsable del comedor respondió que las puertas del lugar estaban abiertas para la mujer y su familia, y pidió contactarse con ella.

Asimismo, el miércoles 18 de febrero el psicólogo del equipo ATAJO, Fabio Muente, se trasladó junto con Orelia a la fiscalía que tiene intervención en el caso, para recabar mayores precisiones sobre los avances en la investigación. Durante la reunión en la sede de la fiscalía, en la calle Masa y su cruce con Caseros, Orelia fue informada sobre el número del expediente y las medidas instrumentadas por la fiscalía hasta el momento, cuyos resultados se encuentran, en algunos casos, todavía pendientes.

De igual modo, el área jurídica de ATAJO analiza girar el caso a la Dirección de Orientación a la Víctima de la Ministerio Público Fiscal (DOVIC), a cargo de Malena Derdoy. Esta Dirección, que trabaja coordinadamente con ATAJO en múltiples casos, también los aborda en forma interdisciplinaria y especializada, según los distintos fenómenos delictivos padecidos por las víctimas a las que asisten, que por diferentes factores sufren condiciones de máxima vulnerabilidad y desamparo, cuyo acompañamiento a lo largo del proceso penal resulta imprescindible. Como a Orelia.