El Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Tucumán condenó ayer a tres hombres por transportar más de cinco kilos de cocaína lista para comercializar. En el juici, intervino el fiscal general Diego Velasco.
El hallazgo de la droga se produjo el 27 de octubre de 2011 en el kilómetro 29 de la ruta 304, en el departamento de Burruyacu. Los ahora condenados se trasladaban en un taxi Fiat Uno que no llevaba la identificación correspondiente, por lo que fueron detenidos a las 17:00 en un puesto de control de la Dirección General de Transporte y de la Policía Vial. En el baúl del auto, se encontraron dos bolsas negras que a su vez contenían seis paquetes, con una sustancia que se determinó eran 5.254 gramos de cocaína.
En su alegato, Velasco indicó que se constató que la droga “ya estaba reducida por elementos de corte”, por lo que su pureza oscilaba “entre el 8 y el 23 porciento. O sea, lista para ser comercializada al público en 24.000 dosis, aproximadamente”. Además, entendió que en el proceso quedó probada la participación de los tres imputados en el delito que se les imputó. Ello se sostuvo en diversas pruebas “que se han ventilado en este debate”, entre ellas las llamadas directas e indiciarias, que en su conjunto resultaron “unívocas”.
Roles
“Estamos ante un secuestro del que nadie se hace cargo”, expresó Velasco. Es que al declarar en la etapa de instrucción, negaron ser los dueños de la cocaína. El taxista -de apellido Redondo- aseguró que había sido contratado por el imputado -Lobo- para hacer un viaje hasta Los Puestitos. Cuando regresaban le hizo señas el tercer hombre -Claro-, a quien decidió llevar hasta San Miguel de Tucumán cobrándole el precio del pasaje de colectivo. Unos kilómetros más adelante los paró el control vial.
El fiscal reconstruyó que se conocían desde antes: el taxista había recibido mensajes de texto desde la mañana de un contacto agendado como “Rolando”. “’El mudo’ quiere que le hagas un viaje al campo...”, decía el primer sms. Es que en una causa del 2002 contra Claro, había quedado registrado que era apodado “El Mudo” y también había estado imputado junto al hermano de Lobo. Los contactos entre el chofer y “Rolando” -que habría sido el nexo, pero no estuvo en el juicio- se repitieron durante todo el día para coordinar el viaje. A su vez, Claro y Lobo son parientes, viven en el barrio San Agustín y sus casas están casi al lado. El taxista reside sobre la misma calle, pero a escasas cinco cuadras.
El representante del Ministerio Público solicitó penas de 5 años y medio de prisión y multas para Claro y Lobo, a quienes encontró como coautores del delito de transporte de estupefacientes con fines de comercialización; y a tres años de prisión en suspenso y multa para el taxista Redondo. Los agravantes fueron la gran cantidad de cocaína transportada, el lugar al que se dirigían -un centro urbano- y la utilización de un transporte público, entre otros. Los atenuantes, por el contrario, fueron la carencia de estudios y un informe socioambiental que determinó una condición precaria de vida. Finalmente, los jueces Gabriel Casas, Carlos Jiménez Montilla y Alicia Noli condenaron a los tres imputados a cinco y tres años, respectivamente.