El Tribunal Oral Federal de Mar del Plata condenó este viernes a  Alejandro y Matías Aguirre, padre e hijo, a penas de 12 y 5 años respectivamente, por el delito de trata de personas con fines de explotación sexual, agravado por engaño, abuso de situación de vulnerabilidad de las tres víctimas, dos de ellas además adolescentes. La tercera imputada resultó absuelta, “atento el retiro debidamente fundado de la acusación fiscal”.

A su vez, los jueces Mario Portela, Roberto Falcone y Néstor Parra, impusieron multas de 30 mil y 15 mil pesos para los condenados, en consonancia con lo solicitado por el Ministerio Público por haberse cometido el delito con ánimo de lucro. Si bien el fiscal federal coordinador del Distrito Mar del Plata, Daniel Adler, había solicitado el depósito del dinero en una cuenta oficial a nombre de cada una de las víctimas, en forma proporcional, el Tribunal dispuso que se deriven los fondos al Programa Nacional de Rescate Acompañamiento a las Personas Damnificadas por el Delito de Trata, dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos.

En otros puntos del veredicto, se dispuso el decomiso del Renault Logan que el principal imputado utilizó para llevar a las niñas desde su casa hasta Pinamar, e incluso lo usaba para trasladarlas a distintos sitios donde se concretaba la explotación sexual.

El TOF pidió –a su vez- la asistencia integral a las tres víctimas, “a través de las oficinas pertinentes del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación”. En este sentido, tras conocerse el veredicto, Adler remarcó la importancia de “que la asistencia continúe luego de la sentencia”.

En relación al pedido que realizó el Ministerio Público sobre el accionar del abogado defensor de los condenados, Héctor Zamora, los magistrados resolvieron que “las partes interesadas deberán concurrir ante el Colegio Público de Abogados pertinente”.

"Quisiera saber el final", pidió el abuelo de las jóvenes cuando le tocó declarar en el juicio, antes de retirarse de la sala de audiencias. "Eso lo sabrá cuando dictemos sentencia", le respondió el presidente del Tribunal. "¿Me la hacen llegar a mi casa?", interrogó Carlos con la mitad de cuerpo levantado del asiento. Necesitaba conocer el resultado del juicio.

“Gracias a Dios salieron sanas… digamos… vivas”, había dicho un rato antes. La noticia, concluido el debate oral y público, no demoró en llegar al teléfono de Carlos. “Tengo una sensación de alegría, pero sobre todo de Justicia”, mencionó.