12 de octubre de 2024
12 de octubre de 2024 | Las Noticias del Ministerio Público Fiscal
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Mauricio Viera y Mariano Domínguez representan al MPF
19 y 20 de diciembre: “Cuando me saco la gorra, me desangro y caigo”
Víctor Navarrete sufrió un disparo de arma de fuego en la cabeza. Con sólo 16 años, fue una de las víctimas de la represión policial durante los últimos días de la presidencia de Fernando de la Rúa. Ante los jueces, relató el momento en que cayó herido bajo el fuego de la PFA.

Víctor Eduardo Navarrete tiene 29 años, viste jeans oscuros y una remera de manga larga con finas rayas horizontales azules y blancas. Tiene la tez oscura y pelo corto, peinado con raya al medio. Habla pausado, con frases cortas. De a ratos, se permite esbozar sonrisas (y risas) con los comentarios que surgen en el recinto, a pesar de lo vivido. Durante poco menos de una hora relató y contestó las preguntas del Tribunal Oral Federal N°6; los fiscales Mauricio Viera y Mariano Domínguez; la querella del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), y las defensas sobre el 20 de diciembre de 2001, en el marco de una nueva audiencia realizada hoy por la represión durante los últimos días de gobierno de Fernando De la Rúa.

Aquél día estaba en la Ciudad de Buenos Aires, dónde aún vive. Tenía 16 años y había acompañado a su novia hasta la estación de Retiro. Alrededor de las 15:00, emprendió a pie la vuelta a su domicilio de Avenida de Mayo, entre San José y Luis Sáenz Peña. Cruzó la Avenida 9 de Julio, pero se encontró con que todas las calles aledañas tenían el paso bloqueado por la Policía Federal. Había muchas motos y gases lacrimógenos. Tuvo que volver hacia atrás, pedir permiso a unos efectivos que estaban sobre la avenida y mostrar el DNI, donde constaba que vivía en la zona. “Fijate si podés pasar por un costado”, le dijeron.

Al retomar por Avenida de Mayo en dirección al Congreso e intentar cruzar, una moto civil de color azul “voló” delante suyo. El conductor tenía barba y era de contextura grande. El acompañante se cayó. “Me dio impresión, miedo. Hubiese esperado a que pase todo el quilombo, pero se dio eso”. Según relató ante el Tribunal, “sobre la avenida había patrulleros y motos de la policía. Con escudos, de negro y azul, policía montada. Y estaban armados: se escuchaban los ruidos de las detonaciones, ‘trac, trac’”. Como tiraban gases y lo hacían llorar, “mucho no los podía ver". Se tapaba con la mano y a veces la remera. Tenía 16 años, no quería quedarse "en medio de un tiroteo”.

Por ese mismo miedo, atinó a retroceder y darse vuelta. Al hacerlo, recibió un impacto de bala en la cabeza, que al principio no identificó porque había dado en una chapa que tenía la visera, “como las que estaban de moda”. “La gente me preguntaba qué me pasaba, me iba tambaleando. Cuando me saco la gorra, me desangro y caigo sobre la plazoleta que tiene una fuente”, recordó. Despertó en un coche y volvió a dormirse, después abrió los ojos en una ambulancia: “Cada hospital estaba lleno”. En el Argerich, apenas pudieron atenderlo en la guardia. Y finalmente, despertó en un sanatorio privado, en el que fue atendido por la obra social de su padre.

Como consecuencia, pasó el resto de diciembre y todo enero internado. Lo operaron tres veces en el ínterin pero no pudieron extraer la bala, que terminó alojada casi en su nuca. Hoy, todavía sufre ataques de nervios y presión,  puntadas. Tiene que tomar medicamentos para no sentir el proyectil.

“El disparo vino del lado de Plaza de Mayo”, aseguró en la audiencia. Sobre los uniformados, estimó que “tenían escopetas". Pero le "sorprendió" que la mayoría tuvieran revolver, con tambor. "Mi primo es policía y no llevan esa clase de armas”, puntualizó.

“Había muchos vecinos, todo el barrio estaba ahí”, indicó. Al igual que otros miles en las calles de Buenos Aires aquel 20 de diciembre.