La autopsia practicada sobre el cuerpo de un niño de 9 años de edad, reveló que tenía ojos pardos, tez trigueña, cabellos negros y medía 1,33 metros. Y que tenía casi una veintena de lesiones. Dos días antes, la policía había llegado al patio de la casa donde vivía alertada por sus vecinos de la Villa 31 bis de Retiro, quienes habían solicitado auxilio porque se estaba muriendo. Cuando ingresaron, Guillermo Alfredo Monteros todavía le estaba haciendo respiración boca a boca. Eran las 13:50 del sábado 30 de noviembre de 2013.
Menos de una hora después, los médicos del Hospital Gutiérrez constataron la muerte del chico, quien fue trasladado hacia allí por una ambulancia del SAME. Lo que aparentó ser una maniobra de primeros auxilios escondía una historia de maltratos reiterados, según el expediente judicial en el que intervinieron el Juzgado de Instrucción N°11 y la Fiscalía N°29, a cargo de Lucio Herrera (h).
Monteros era la pareja veinte años menor de la mamá del nene y sus hermanos y hermanas de 7 y 6 años de edad, con quienes convivía desde hacía poco más de dos años. El joven de 26 años comenzó a estar a cargo de los niños y niñas durante gran parte del día un mes antes de la muerte, mientras la madre trabajaba en una feria cercana. Antes, habían tenido una niñera que los cuidó durante casi tres años, pero que dejó de trabajar allí. “En esa convivencia Monteros no solo produjo al menor lesiones de diversa índole en todo su cuerpo, sino que además lo sometió a tormentos psíquicos y físicos”, situaciones “que fueron acrecentándose a punto tal, de haber desencadenado en la brutal muerte del niño”, señaló la fiscalía.
La autopsia realizada por el Cuerpo Médico Forense concluyó que la muerte se produjo por politraumatismos y hemorragia interna. Tenía también una lesión en el ano, donde se encontró líquido seminal. Su cuerpo estaba signado además por todo tipo de "áreas equimóticas" (moretones), excoriaciones, fracturas costales derechas e izquierdas y en el cúbito derecho -de reciente producción- y luxación de tobillo, entre otras. Consultado el médico que realizó el procedimiento, expresó que las lesiones costales “son idóneas de haber sido producidas por la violencia ejercida por un tercero”. En cuanto a las internas, fueron constituidas por hematomas de los músculos torácicos, de la zona lumbar y en los miembros inferiores; el mecanismo es el mismo: golpe o choque con o contra “superficie dura o roma”. Incluso, el profesional indicó que la contusión en el páncreas “es la consecuencia del traumatismo sufrido sobre la zona lumbar, produciéndose el sangrado interno del mismo”. Y en cuanto a la fractura en el brazo, tiene las características de haberse producido en defensa.
El tiempo estimado de producción del traumatismo va desde los momentos previos al fallecimiento, hasta no más de tres o cuatro horas antes. Esa madrugada, la mamá se había ido a trabajar y los chicos habían quedado a cargo de Monteros.
El 23 de septiembre del año pasado, la fiscalía presentó el requerimiento de elevación a juicio. Los delitos imputados a Monteros son “abuso sexual por haber mediado acceso carnal por cualquier vía y del cual era conviviente y encargado de la guarda por ser su padrastro y pareja de su madre (…), que concurren realmente con el delito de homicidio simple en concurso real con el delito de lesiones leves reiteradas en perjuicio" de los hemanos. En tanto que a la madre le adjudican lesiones graves agravadas por el vínculo, en concurso real con lesiones leves reiteradas agravadas por el vínculo en perjuicio de cada uno de sus hijos menores.
Malos tratos
La mujer que trabajó como niñera refirió que el pequeño fallecido le contó en alguna oportunidad que “Guille es malo, me tira de la oreja”, lo que se condice con lesiones. Además, lo recordó como un nene muy bueno, que a veces la ayudaba y se notaba que buscaba cariño, “quizás porque la mamá tampoco le brindaba afecto”.
Por su parte, una hermana mayor de edad, quien ya no vive con ellos, manifestó que cuando fue a buscar a sus dos hermanos más chicos, le dijo: “hermana te amo, yo quiero vivir con vos, no quiero ir más con Guille, es malo, me pega, me dice puto”. La niña le dijo que la pareja de su mamá la trataba mal a ella y a sus hermanos. Además, les decía que la víctima era feo y que no lo quisieran, en alusión a la discapacidad motriz que lo afectaba. Respecto a su madre, dijo que le pegaba con una percha y que la orden para el hombre era “si se portan mal, hacelos cagar”.
El testimonio de los hermanitos fue recibido en Cámara Gesell y fueron calificados como verosímiles por una psicóloga y una psiquiatra. Allí, dieron cuenta de sus vivencias, centrando la narración en los sucesos violentos padecidos. “Yo vi todo”, resumió uno de ellos, angustiado y casi en llanto.
Al momento de procesar a la madre, el juez consideró que las lesiones que llevaron a la muerte del niño pudieron ser evitadas si no lo hubiera dejado al cuidado de su pareja, quien ya había dado muestras de su violencia y había sido denunciado por la propia mujer por maltratos y lesiones.
A la espera de un Tribunal
El expediente ya fue elevado a juicio, pero resta definir cuál será el tribunal oral que lo lleve adelante. En un primer momento fue sorteado el N°13, pero Monteros tenía otro juicio pendiente de ser sustanciado en el N°29; como era de lesiones leves, había sido enviada al fuero correccional, que rechazó su competencia. Al volver la causa al TOC N°29, también declinó su competencia, por lo que será la Cámara de Casación la que resuelva dónde se desarrollará el debate oral y público.