El Tribunal Oral en lo Criminal Nº30 inició este lunes el juicio contra Rubén Darío González, acusado de matar a su esposa, Claudia Lorena Vargas y a uno de hijos, en marzo de 2014. “Me hago cargo de haber matado a Lorena el 28 de marzo”, reconoció el imputado ante los jueces, la fiscal Alejandra Perroud y la querella. El juicio continuará el lunes 2 de noviembre, con la declaración de cuatro testigos.
A González, se le imputa “el homicidio calificado por el vínculo y por haberse cometido con alevosía, reiterado en dos oportunidades que concurre materialmente con igual delito pero en grado de tentativa, reiterado en tres oportunidades” por el intento de homicidio contra sus otros tres hijos. Además, se lo acusa por el incendio “con peligro común para los bienes y personas”. Por la gravedad de las imputaciones, la pena prevista es de prisión perpetua.
Antes de la indagatoria, se leyeron los requerimiento de juicio de la Fiscalía y de la querella. Adrián Giménez, a cargo de la Fiscalía de Distrito de los Barrios de Nueva Pompeya y Parque de los Patricios, detalló en su escrito que González, de 47 años, mató a la víctima el 28 de marzo de 2014, alrededor de las 8:30, luego de una discusión en la casa 211 de la Manzana 1 del Barrio Presidente Illia, donde vivía toda la familia.
El acusado admitió el homicidio y explicó que asfixió a su esposa con una bufanda que había en el lugar y que luego escondió el cuerpo en la habitación. El fiscal de instrucción detalló que el crimen fue parte de un plan ideado en noviembre de 2013, cuando González se enteró de que la mujer tenía una relación extramatrimonial, lo que generó su separación, aunque seguían viviendo juntos.
Luego de matar a su esposa, el acusado fue a buscar a sus hijos a la escuela y los llevó a comer, mientras les ponía diferentes excusas para justificar la ausencia de su madre. Según el requerimiento, esa misma noche González intentó asesinar a sus cuatro hijos intoxicándolos con monóxido de carbono. El hombre en su indagatoria dijo que colocó dos “braseros con carbón” en los cuartos donde dormían.
El plan se vio frustrado parcialmente porque su hijo mayor se levantó con mareos, por lo que bajó al living. Esa situación fue aprovechada por el acusado para asfixiar a su hijo de 12 años, que se encontraba dormido. Luego, se dirigió al cuarto de las chicas e intentó hacer lo mismo con su hija de cinco años, pero ésta comenzó a gritar y despertó a su hermana mayor. “Ahí, decidí dejar todo para hacerlo más tarde pero después no pude”, dijo el acusado ante los jueces Marcela Rodríguez, Luis María Rizzi y Javier de la Fuente.
Durante todo el sábado, el acusado le ocultó las muertes a sus tres hijos. Incluso, cuando le preguntaron por su hermano, él respondió que “se sentía mal” y no los dejó subir a la habitación. “Fingí que mi hijo estaba vivo para que nadie sospechara y me acosté con él. Me había arrepentido de lo que hice”, declaró González.
Finalmente, el domingo 30 de marzo cerca de las 8:00, comenzó un incendio en la habitación dónde había ocultado el cadáver de su esposa. “Fue un manotazo de ahogado prender fuego con la vela, la situación se me había ido de las manos”, continuó el acusado. Cuando la fiscal Perroud le preguntó qué significaba que se le “había ido de las manos”, el hombre respondió: “Lo que había planeado no funcionó y no sabía qué hacer”.
En otro tramo de la declaración, la fiscal le preguntó por las anotaciones que hacía en una agenda, donde relató tres planes que tenía para matar a su mujer y la inscripción: “Seis menos uno es igual a cero”. “Significaba que éramos todos o ninguno”, indicó. “Nos pusimos de acuerdo en que si a alguno le pasaba algo, nos íbamos a ir todos juntos, era como un pacto suicida”, relató. “¿En caso de infidelidad estaba pendiente ese pacto?”, preguntó Perroud a lo que el imputado contestó que no.
Testigos
María Perla Espínola es la madre y abuela de las dos víctimas. Ante los jueces, relató la última vez que vio a su hija, la mañana del 28 de marzo, alrededor de las 7:30, ya que vivían a una cuadra de distancia y siempre hacían las compras juntas. Luego, cuando intentó comunicarse con ella, no pudo. Expresó que tenía una muy buena relación con el acusado, que era un hombre “muy querido en el barrio” y que muchas veces había intercedido entre él y su hija para que no se pelearan. “Ella me dijo que se quería separar, que él era malo” relató. “Quiero que lo castiguen por lo que hizo”, le pidió al Tribunal. Luego, fue el turno de declarar del ex marido de Espínola, César Vargas, quién dijo que “había rumores” de que su hija y su marido no estaban bien. Luego, recordó: “ella me dijo que las cosas no estaban bien en su casa”.
Ricardo Javier Gómez era el hombre con quién la víctima tenía una relación al momento de su muerte. El hombre le contó a los jueces cómo había conocido a Lorena Vargas (sus hijas eran compañeras de colegio) y aseguró que su “cercanía” con ella comenzó en diciembre de 2013. “Me dijo que había cierto maltrato de Rubén hacia ella”, indicó el testigo y agregó: “Él le decía lo del seis menos uno igual a cero, y al principio a Lorena le parecía romántico pero después ya no, tenía miedo”.
Los médicos
Durante la audiencia del martes, declararon dos profesionales forenses que examinaron al acusado. Alberto Dones y Ezequiel Mercurio fueron preguntados por la fiscal sobre la capacidad que tenía González para entender “la criminalidad del acto”. Dones sostuvo que fue un acto programado a medias y que no hay ningún indicador que sugiera que estuviera intoxicado ni confuso. Mercurio, por su parte, concluyó que el imputado estaba “profundamente depresivo” y que fue eso lo que lo llevó a cometer los homicidios.
Para Dones, fue un acto de femicidio y citó parte del diario dónde escribía González: “Tu engaño no tiene perdón, sos todo menos mía” leyó. “En mi opinión, él tenía un profundo odio y resentimiento hacia su mujer; había violencia intrafamiliar y de género”, agregó.
Por último, declararon las dos psicólogas que realizaron los test de personalidad al acusado. Según el informe que suscribieron, González tenía “inestabilidad emocional y un bajo nivel de tolerancia a la frustración”. Norma Miotto explicó que tenía además, una tendencia hacia el narcisismo: “para el afuera es el tipo correcto y por el otro lado, toda conducta que hiera ese narcisismo, puede desencadenar en alguna actitud desadaptativa”.