Con diversos condimentos se inició este jueves un nuevo juicio por trata de personas en Mar del Plata. Los dos principales imputados –padre e hijo- deberán responder por la captación, el traslado y la explotación sexual de dos hermanas de 15 y 16 años, que fueron engañadas en Florencio Varela con falsas propuestas de trabajo; y la captación y traslado de una tercera víctima, cuya explotación no llegó a consumarse. En este tercer caso, habría intervenido la tercera acusada, quien se declaró también víctima durante la audiencia inicial.
Sobre el final de la jornada, el Ministerio Público Fiscal –representado por el fiscal de Distrito, Daniel Adler y el fiscal de Dolores, Orlando Giménez - solicitó la detención de Matías Aguirre, hijo de Alejandro Aguirre. El Tribunal, integrado por los jueces Mario Portela, Roberto Falcone y Néstor Parra, se hizo eco del pedido y ordenó revocar la eximición de prisión por entender que estaba en riesgo el normal desarrollo del proceso, de acuerdo a las presuntas amenazas que habría propinado días atrás a la tercera imputada. “Ojo con lo que va a declarar tu piba”, le habría dicho a su padre.
A través de un sistema de videoconferencia, prestó declaración una de las hermanas que resultó víctima. A.S. tenía al momento de los hechos 16 años y relató que fue Alejandro Aguirre –a quien contactó a través de un vecino- quien le ofreció trabajo en un puesto de la playa.
Como eran menores, relató que Aguirre le dijo que necesitaría la autorización de un mayor, por lo que la abuela, de palabra, validó el viaje. Al día siguiente, las pasó a buscar a bordo de su auto y, en el trayecto entre Florencio Varela y Pinamar, les preguntó cómo vivían –en una situación de total vulnerabilidad-, por sus padres –ambos fallecidos-, y sus edades. “Ahí nos dice que como éramos menores nos cambiemos nombres y edades”, apuntó.
Cuando llegaron a la ciudad balnearia fueron a la casa de Aguirre, donde las presentó con su mujer con los nombres que les había inventado en el viaje. Ahí les dijo que tendrían que buscar trabajo, lo que resultó raro para A.S., dado que se suponía que irían a puestos de playa que Aguirre dijo tener.
Durante algunos días, siempre según su testimonio, repartieron volantes, una de ellas lavó autos y la otra cuidó niños. “Alejandro Aguirre nos dijo que podíamos ganar más plata si nos prostituíamos”, señaló, y dijo que él mismo las llevaba a casas para mantener relaciones sexuales a cambio de dinero –que ellas no recibían- mientras él esperaba afuera.
Las hermanas dormían en el departamento alquilado frente a la terminal de micros con otro hijo de Aguirre, de nombre Ariel. Una discusión con su padre, los habría llevado a decidir escapar. “No queríamos estar en esa situación. Prácticamente nos obligaban a tener relaciones con gente que no conocíamos”, relató la joven.
Su hermana no pudo declarar como consecuencia de la situación de estrés que se encuentra atravesando. La profesional del Programa Nacional de Rescate a Personas Damnificadas por el Delito de Trata del Ministerio de Justicia de la Nación, que asistió a las víctimas al declarar, dijo que sería una revictimización, por lo que se resolvió incorporar su testimonio prestado en la instrucción de la causa.
La tercera víctima, C.I.M., también declaró por videoconferencia. Relató que conoció a la imputada en el Plan Fines, donde juntas estudiaban para terminar el secundario. Ese verano de 2013 dijo que la fue a buscar a su casa para ofrecerle trabajo en Pinamar, que habría conseguido a través de Aguirre. Al llegar, tomó conocimiento de que en realidad iba a ser prostituida. Estuvo sólo un día porque se negó. “Me mandaron a mi casa porque me decían que yo no sirvo para eso”, dijo ella.
En otro pasaje de su testimonio, relató que Alejandro y Matías Aguirre la fueron a buscar a la casa y le dijeron que las menores le habían hecho una denuncia por trata: querían que declare en contra de las chicas y, a cambio, le ofrecieron plata y le compraron mercadería en un supermercado.
Aseguró que la imputada sabía cual era el propósito del viaje a Pinamar porque sacó de su bolso una minifalda para ella. Dijo además que los pasajes para ir hasta Pinamar desde Florencio Varela los había comprado su compañera de estudios, pero consultada al respecto aclaró que le pareció que no los pagó, sino que los retiró de boletería.
El testimonio de dos imputados
Alejandro Aguirre, apodado “el Japo”, pidió declarar y hasta respondió preguntas. Comenzó diciendo que era “la víctima de todo esto”. Dijo que cuando le presentaron a las chicas –a través de un vecino de ellas- les preguntó cuántos años tenían y que le respondieron 18 y 19. Se ocupó de aclarar en dos oportunidades que creía que no eran menores.
Luego de contar su militancia en el Frente para la Victoria, sostuvo: “Todo esto es por lo que yo hice políticamente en Pinamar, me había acercado al intendente para hacer la Secretaría de Derechos Humanos”. “A estas chicas las han usado políticamente con todo esto que inventaron”, sumó más adelante, y mencionó: “Me han cortado las piernas”.
Por su parte, la imputada comenzó diciendo: “Quiero contar toda la verdad”. Dijo que Aguirre estuvo en Buenos Aires el día que cumplía años su hermana (7 de enero de 2013), y a través de una amiga que había trabajado en su casa, lo conoció. Esa noche las invitó a cenar a Puerto Madero y allí les ofreció trabajo en la Municipalidad o como empleadas domésticas. Luego contó que como una de sus amigas no podía y su hermana tampoco, le preguntó si tenía alguna amiga que necesitaba para limpiar y pensó en C.I.M. Ella quería ir porque necesitaba plata para comprar útiles a su hija.
“Estábamos contentas por viajar”, señaló y agregó que era la primera vez que ambas verían el mar. Según su relato, las esperaban padre e hijos en la terminal y las llevaron al departamento donde dormían. Al llegar, cerraron la puerta y les dijeron que estaban allí para prostituirse. Además, contó que le quitaron su celular.
Allí dijo que fue golpeada y amenazada constantemente. Y si bien la explotación sexual no llegó a concretarse, la ofrecían en la playa a posibles prostituyentes. “Yo fui una víctima más”, aseguró.
Sólo estuvo en Pinamar tres días y al volver a Florencio Varela la esperaba un hombre en la terminal, quien la amenazó con tirotearle la casa. Un mes después relató que Matías Aguirre fue hasta su vivienda y la llevó bajo amenazas a declarar a Dolores. “Me hicieron decir que Carolina me había engañado, porque sino iban a violar y matar a mi hija. Yo tenía mucho miedo, por eso fui”, sostuvo.
Su hermana también declaró en el juicio y fue coincidente con su relato. Además mencionó que cuando su hermana se negaba a prostituirse, era golpeada por sus captores. En otro orden, apuntó que "la hicieron callar bajo amenazas" y ante la imposibilidad de viajar a prestar declaración sumó: "Tenía ganas de hablar hace mucho tiempo pero no teníamos plata".
“Una víctima ideal”
Una psicóloga, una psicopedagoga y una asistente social del Servicio Local de Protección y Promoción de los Derechos de los Niños y Adolescentes de Pinamar, que asistieron a las adolescentes cuando estuvieron internadas en el Hospital Municipal de esa localidad –luego de escapar y realizar la denuncia- coincidieron en su relato y en la situación de desprotección que atraviesa la historia de las jóvenes.
También asistió al Tribunal como testigo la psicóloga Zaida Gatti, quien se desempeña como coordinadora del Programa Nacional de Rescate. Consultada por Natalia Castro, a cargo de la Defensoría Pública de Menores en el juicio, sobre la posibilidad de que una adolescente huérfana que atraviesa una situación de clara vulnerabilidad y con una familia disfuncional pueda ser víctima de este delito, la profesional aseguró: “Prácticamente es una víctima ideal para los tratantes”.
A su vez, Gatti señaló que el 80% de los casos de captación en este delito con fines de explotación sexual se da a través de engaños y falsas propuestas laborales. Y mencionó como uno de los mecanismos centrales de defensa de las víctimas es la disociación, esto es, apartar la psiquis de su cuerpo. “Muchas veces se naturaliza la situación de explotación para sobrellevar el momento, y la víctima queda así desafectivizada”, explicó.