A Eduardo Salerno, lo detuvieron el 19 de marzo de 1976 en su departamento de la zona de Bolívar esquina La Rioja. A partir de allí, comenzó la desesperada búsqueda de su familia para conocer el paradero. Esto los llevó a redactar un hábeas corpus que, según contaron los allegados, no tuvo respuesta. Luis Salerno declaró este martes en una nueva audiencia del juicio que se sigue en Mar del Plata contra diez civiles y un militar retirado que integraron la Concentración Nacional Universitaria (CNU), acusados de conformar una asociación ilícita y haber cometido ocho homicidios en 1975.
Cuando Gustavo Demarchi comenzó a interrogar al testigo, en ejercicio de la autodefensa, el hombre giró sobre la silla y al verlo cara a cara le expresó firmemente: “Usted fue el que me atendió”. Se refería al día que acudió a la justicia federal a presentar el hábeas corpus para conocer el destino de su hermano, quien fue detenido ilegalmente y torturado.
Salerno relató que acudió hasta un chalet de piedra, situado a una cuadra de los Tribunales sobre la misma mano, pero no recordó si se trataba del Juzgado o la Fiscalía Federal. Al llegar, le dijo a una joven que allí estaba detrás de un escritorio que tenía que presentar el recurso, entonces llamó a alguien de adentro de la dependencia judicial.
“Salió el Sr. Demarchi, le doy el sobre y se cae al piso de mi lado, porque entiendo lo impulsó. Yo creo que hubo intencionalidad, sino me hubiese dicho que se lo diera”, relató el testigo. La conversación que pudieron tener no la recordó, pero dijo que levantó el sobre y se marchó.
“Me quedó grabada la sensación de impotencia. No sé si tenían razón los de la JP o CNU, yo tenía noción que por encima estaba la justicia… esto trastocó mi forma de pensar, lo que yo creía”, sostuvo el hombre que no tuvo nunca militancia política.
De allí, no tuvieron más noticias y a aquel edificio no volvió más: “¿Para qué iba a ir de nuevo? Si fuimos a presentar un reclamo y a nadie le importaba”.
Tiempo después, supieron que su hermano estaba en el penal de Sierra Chica, porque el mismo Eduardo Salerno le pidió a un compañero de prisión -que cruzó en enfermería- que al recobrar la libertad avise a su familia dónde estaba. Y así fue. El mensaje llegó, aunque nunca supieron quién era ni pudieron dar las gracias por eso.
Poder verlo, dijo, implicó otra batalla. Ante la negativa del penal, dijo que tuvieron que mentir, decir que en el Regimiento de Azul les habían dicho que allí ciertamente estaba. “Cuando lo vimos era una piltrafa, estaba chiquito, encorvado… las manitos… parecía un bebé, blanco, blanco…”, lo describió Luis.
En el mismo sentido, declaró Ana María Emaides por video conferencia desde Córdoba, quien era entonces la pareja de Eduardo Salerno. En otro tramo de su declaración, contó que lo había conocido a Demarchi en la Universidad. A raíz de los despidos producidos en 1974 y 1975, participó de una reunión en el rectorado para pedir la reincorporación de sus compañeros. Ella era profesora en dos facultades y la había echado de una. “Demarchi dijo que no iba a quedar ningún montonero en la Universidad”, sostuvo en el debate oral y público.
El hermano de un CNU
Ricardo Piatti es hermano de José Luis Piatti, quien era miembro de la CNU fallecido en 1985 en un accidente en la ruta, y este martes declaró por teleconferencia desde Canadá.
Consultado por la pertenencia de los imputados a CNU, manifestó que “estaban normalmente juntos” y que piensa que sí. “Creo que todos pertenecían a la CNU, no con total certeza”, señaló. Y luego a preguntas de la defensa, aclaró que a Roberto Justel es a quien “menos identificaría como miembro” de la organización.
Consultado por la lectura que hacía de los cinco asesinatos que se cometieron horas después de la muerte de Piantoni, expresó: “Mi impresión es que algo había tenido que ver la CNU con eso, sin ninguna duda”. Dijo, incluso, que su madre tuvo la misma impresión y que había llegado a preguntar a su hermano al respecto. La respuesta fue negativa.
Sobre Eduardo Salvador Ullúa, dijo que también era miembro de CNU, que frecuentaba su casa, y que si bien no lo vio armado, pensaba que sí llevaba un arma encima. “Mi hermano sí estaba armado”, mencionó. Y en referencia a Ullúa mencionó que “cuando asumen los militares, andaba armado, las cosas le iban bien”. Incluso, lo fueron a ver a raíz de la desaparición de una prima que militaba en Montoneros. A los dos o tres días, fue liberada.
De armas y un tiro
Carlos Menconi vivía en 1975 en Lamadrid al 3000. Frente a su casa, justo al lado de una clínica, dijo, se mudaron Roberto Coronel con su familia. El testigo señaló que vio a “distintos personajes” que conocía del ámbito de la Universidad o incluso de los café de la época. Ubicó allí a Roberto Coronel y Ricardo Oliveros. También vio una tarde jugar al fútbol allí a Marcelo Arenaza. “Evidentemente custodiaban la casa o algo así”, mencionó.
En un tramo de su declaración, dio cuenta de un episodio de violencia que le tocó vivir: llegaron una noche con un amigo hasta allí y se quedaron conversando en el auto. Enfrente no habían visto que estaba Oliveros dentro de otro automóvil, quien dio una vuelta manzana y le puso un revólver en la cabeza. Menconi lo conocía por jugar con él al rugby. “Soy yo, Ricardo”, le exclamó. Tras una suerte de disculpas, se excusó diciendo que “en la clínica hay un personaje medio importante”.
También, contó que vio cómo subían armas largas y hasta palas en los baúles de algunos autos. Y luego del asesinato de Ernesto Piantoni, líder de la CNU, se vieron muchos movimientos en aquella vivienda. “Había muchos autos, reuniones en la casa”, apuntó.
Además, declaró Carmelo Spada, quien era agente del Comando Radioeléctrico en febrero de 1976 cuando participó de un secuestro de armas en Luro y 166. Si bien dijo no recordar detalles, reconoció su firma en el acta donde quedaba expreso que los detenidos pedían “el tubo” del fiscal.