19 de abril de 2024
19 de abril de 2024 | Las Noticias del Ministerio Público Fiscal
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Continúa el juicio por los crímenes de la banda de ultraderecha
Mar del Plata: dos testimonios trazaron el vínculo entre la CNU, la policía y la Armada
El cuñado de un profesor asesinado en 1975 contó que él y su esposa figuraban en un listado de la Base Naval para “ser eliminados”. Además, habló de la ausencia de policía cuando iban a buscar a las víctimas con importantes operativos. Otros tres testigos, describieron el accionar de una patota de civil en coordinación con la fuerza de seguridad.

En teleconferencia desde el Consulado Argentino en Barcelona, prestaron declaración en el juicio a integrantes de la CNU, Elena Sanmartino y Carlos Tabbia, hermana y cuñado de Roberto Sanmartino, un profesor de Psicología, asesinado en junio de 1975. Si bien el homicidio no es juzgado en esta primera etapa de la causa que investiga los crímenes cometidos en la antesala del golpe de Estado de 1976, los testimonios de sus familiares dieron contexto a la situación que se vivía en aquellos años, la falta de investigación judicial –se recordó que entonces el imputado Gustavo Demarchi era fiscal federal-, y el posible apoyo estatal que tendría la organización para secuestrar y asesinar.

Tabbia era profesor y conocía el acontecer dentro de la universidad en esos años. Durante su relato, dio cuenta de lo que implicó el cambio de autoridades: de Julio Aurelio a Josué Catuogno, quien –recordó- había sido interventor del Partido Justicialista, donde se había decidido que había que combatir a la izquierda. Enseguida, explicó que tuvo a su cargo, junto con autoridades nombradas por él como Gustavo Demarchi, “una desinfección de la Universidad”.

¿En qué consistió? El testigo contó que se expulsaron profesores, a dos personas por Departamento. “Había detrás una clara intención política”, apuntó.

A Tabbia, le llegó un telegrama firmado por Eduardo Cincotta, entonces secretario general de la Universidad e integrante de CNU, quien falleció en 2009 procesado en el marco de esta causa.

“Entran Cincotta, Demarchi como coordinador docente, y al otro día me expulsan con un telegrama”, rememoró el testigo. “Lo sentí como una sentencia de muerte”, aseveró. De hecho, contó que quienes fueron expulsados en aquella oportunidad se vieron obligados al exilio o fueron asesinados.

La intención de “desinfectar” la casa de estudios también habría sido tema en el velatorio del líder de la CNU, Ernesto Piantoni. De acuerdo al testimonio, Aguilera habría señalado: “Hay que desmarxilizar la Universidad”.

Elena Sanmartino se expresó en la misma línea: “Con Catuogno, Cincotta y Demarchi fue claro que la CNU se había apropiado de la Universidad con la intención de erradicar a docentes y alumnos con ideología progresista. No sólo esto implicaba cambiar la formad e pensar, sino también quitar la vida”.

Y mencionó que tras el asesinato de su hermano muchos decidieron abandonar la unidad académica. “La gente se fue aterrorizada”, apuntó.

Al hablar sobre el asesinato de su cuñado, Tabbia trazó una conexión entre la CNU y las fuerzas armadas. Sobre fines de marzo o principios de abril de 1975, un profesor de la Base Naval le dijo que había un “listado de gente para ser eliminada”, en el que figuraban él y su esposa. “Nos fuimos, hubiéramos corrido la misma suerte que mi cuñado”, dijo y recordó que preguntaron a su suegra por ellos cuando lo fueron a buscar a Roberto Sanmartino.

Respecto a la investigación judicial, apuntó que nunca fue convocado. “Mi suegra fue llamada a reconocer el cadáver y luego citada por la policía, y en un mes y diez días se cerró la causa y no se investigó más nada. Ese expediente lo firmó Gustavo Demarchi”, sostuvo.  “Las diligencias que se hicieron fueron mínimas”, sumó Elena Sanmartino.

Sanmartino señaló que CNU tenía como grupo antecesor a Tacuara, y que se trataba de una agrupación “temible de la cual había que estar lejos”. “Era un grupo de ultraderecha fanático, se le tenía miedo en Mar del Plata”, sumó.

A su turno, Tabbia remarcó que contaba con apoyo estatal: “Por lo que sé ahora, no tengo dudas”. Y habló de las “armas pesadas” con las que irrumpieron en la asamblea de arquitectura en 1971 y mataron a Silvia Filler; que “no había policía en los operativos” que se desplegaban para secuestrar y asesinar. También, afirmó que cuando lo van a buscar a su cuñado “la policía estaba de vacaciones”, y que incluso a algunos miembros los habían visto en cuarteles del Ejército.

“Uno tiene la suerte de estar vivo”

El 7 de julio de 1975, se sentía en Mar del Plata un paro nacional convocado por la CGT. Poca gente caminaba por el centro de la ciudad. Para Alfredo Arto, Pedro Haramboure, Marco Antonio Maldonado y otro joven de nombre Julio, todos militantes de la Federación Juvenil Comunista, era una buena ocasión para pintar la pared de un terreno baldío –situado en 25 de Mayo y Catamarca- con la consigna “Fuera López Rega”.

“Estábamos terminando y llegaron cuatro automóviles. Uno de ellos era un Peugeot que venía con la puerta abierta y Mario Cámara ‘tirando’, parado sobre una de las puertas”, señaló Arto. “Yo me quedé petrificado, había sido padre hacía poco. Venía uno en el estribo del auto y me tiró a los pies”, sumó a su turno Haramboure. Todos coincidieron en que desde abajo apuntaban a ventanas de edificios cercanos cuando alguien se asomaba a ver qué sucedía, ante el ruido de los disparos.

“Subilos que los vamos a reventar, ponelo en pelotas”, escucharon gritar. “Desnudalos y matalos”, dijo otro. “A Julito, lo estaban pateando en el piso”, recordó Arto.

Entre el grupo agresor, además de a Mario Cámara, identificaron a Eduardo Cincotta. “Bajó de un auto que quedó estacionado sobre 25 de Mayo –sobre Catamarca se detuvo un Fiat 1600-, nos apunta con un arma de puño y nos da la voz de alto. Yo me quedé parado, hizo disparos al aire”, relató Maldonado.

Haramboure también reconoció a Juan Carlos Asaro, quien –dijo- llevaba un arma corta y era miembro de CNU. Ante ello, su conclusión fue clara: “Claramente era un accionar de la CNU”.

Maldonado se expresó en el mismo sentido, cuando el Ministerio Público Fiscal le preguntó a quién atribuía el episodio: “A la agrupación CNU. Eran civiles: no tenían uniforme ni credencial, y no evocaron autoridad alguna. Actuaban en complicidad con la policía”.

La tensión se disolvió –al menos por un momento- cuando arribó un móvil de la policía a la esquina que estaba justo frente al Sindicato de Viajantes, del cual Cámara era su representante. “No nos van a tirar esos cadáveres a mi”, dijo uno de los uniformados, que se puso a dialogar con Cámara. Uno de ellos llegó a ver que uno de los agresores, que portaba un arma larga, entregó a la policía sus DNI, los cuales se los habían sacado al revisarles bolsillos y palparlos de armas que no tenían.

“En vez de detenerlos a ellos que estaban armados, nos detienen a nosotros”, planteó Haramboure.

Los cuatro fueron llevados hasta la Comisaría primera. “Metelos y tortúralos, zurdos hijos de puta”, dio la orden un uniformado al llegar. Pero algo los frenó: “¡Pará, pará, que viene el abogado!”. El compañero que se había quedado haciendo de ‘campana’ durante la pintada, había logrado dar aviso.

Allí, estuvieron primero en un calabozo con presos comunes, y después los arrojaron en uno más pequeño: era pleno invierno, un día llegó a nevar, y la celda no sólo tenía el agua que los policías se habían encargado de tirar, sino que estuvieron sin comer durante tres días. “Dormíamos uno arriba del otro para soportar el frío”, rememoró Arto.

“Demarchi, que era el fiscal, en vez de ser nuestro defensor era nuestro acusador”, sumó luego el testigo. El imputado, dijeron, los había acusado con la ley 20.840 como subversivos. “Demarchi era conocido por nosotros como miembro de la CNU”, sostuvo Haramboure.

A Arto volvieron a buscarlo a su casa, según entiende, con inteligencia previa. “Uno tiene la suerte de estar vivo”, sostuvo. Haramboure recordó que en 1976 le balearon la casa, y Maldonado relató que fue despedido del Casino por un informe de la Secretaría de Inteligencia del Estado. “Hubo un accionar conjunto de la CNU como grupo de choque, la derecha peronista, la patota sindical, comandados por el Ejército”, sostuvo Arto.

Unos meses después, los jóvenes fueron citados en la sede de la Policía Federal, donde se les notificó del sobreseimiento provisorio, aunque también debieron completar una ficha y se les sacaron fotos. Haramboure contó que en esa oportunidad lo vio entrar a Juan Carlos Asaro, quien saludó al policía allí presente, hizo la venia y entró a un despacho. “Me cierra el círculo, eran más de lo mismo”, sostuvo.

Demarchi preguntó al testigo cómo le constaba su pertenencia a la CNU. “Me consta por mi militancia, en asambleas, en discusiones. El mismo CNU lo decía. ‘Tenemos la Justicia de nuestro lado’, dijo una vez en asamblea el delegado de la CNU en el colegio Industrial, en referencia al cargo de fiscal de Demarchi”, respondió el testigo.

El testimonio de Ponsico

El último en declarar fue el periodista José Luis Ponsico quien en 1975 trabajaba en el diario La Capital. Vinculó a la CNU con la derecha y dijo que Ernesto Piantoni era el líder, y que mantenían relación directa con sindicatos de Mar del Plata por ser sus integrantes abogados de algunos gremios, alineados a la CGT.

Respecto a la muerte del referente de la organización, mencionó que se barajaban dos posibilidades: que haya sido la organización Montoneros o un enfrentamiento interno entre CNU y UOM.

El periodista descartó la pertenencia de Demarchi porque “era ateo” y sostuvo: “Estoy seguro que (los imputados) no mataron a nadie”.

Sostuvo, a su vez, que el asesinato de cinco personas, tras la muerte de Piantoni, fue una “operación compleja” y habló de gente que vino de afuera de Mar del Plata. Sin embargo, no descartó nexos locales, ante la pregunta del MPF sobre cómo conocían a las víctimas y sus domicilios.