El pasado viernes 19 de junio en la Universidad Nacional de Quilmes, su Departamento de Ciencias Sociales realizó una jornada de estudio y encuentro de investigadores en torno a las conflictividades sociales juveniles en la gran ciudad en Argentina. El Programa de Acceso Comunitario a la Justicia, ATAJO, fue invitado a participar y compartir ante la comunidad de especialistas su experiencia en la materia, fruto de su labor cotidiana en los barrios de la Capital Federal y de las ciudades del interior donde tiene presencia.
La actividad académica contó con la participación de Esteban Rodríguez Alzueta, coordinador del grupo de investigadores de esa casa de altos estudios. Junto a Yanina Guthmann, del área de Gestión de información e Investigación del ATAJO; Laura Duarte y Trinidad Baruf, de Formación y Promoción de Derechos, y Lourdes Patzi Roque, responsable territorial del ATAJO de la villa 31, intervinieron en la Jornada Juan Pablo Hudson, investigador de CONICET e integrante del Club de Investigaciones Urbanas de la ciudad de Rosario; Eugenia Cozzi, investigadora y docente de la Cátedra de Criminología y Control Social de la Universidad Nacional de Rosario, autora de la Tesis “De Clanes, Juntas y Broncas”; y Leandro Barttolotta, Ignacio Gago y Gonzalo Sarrais Alier, miembros del Colectivo Juguetes Perdidos e integrantes del Laboratorio de Estudios Sociales y Culturales de la Universidad Nacional de Quilmes.
La participación de ATAJO recogió la experiencia de los múltiples talleres de promoción de derechos que el Programa realiza periódicamente, en especial en escuelas con jóvenes. Durante la jornada intervinieron, además, los autores del libro “¿Quién lleva la gorra?” del Colectivo Juguetes Perdidos, varios de cuyos pasajes son utilizados en los esos talleres.
El barrio y sus transformaciones
Durante el encuentro se analizó que usualmente el crecimiento económico de los barrios no va de la mano de la armonía en el lazo social. La inseguridad como tema contundente, el desborde de algunos códigos, y la ausencia de espacios de contención en las instituciones tradicionales, escuela, familia, resultan frecuentes. “¿Qué nuevas conflictividades observamos en estos barrios?”, “¿qué ha cambiado en estos últimos 10 años?”, “¿cómo han impactado las transformaciones económicas y en el Estado en los barrios?”, fueron algunos de los interrogantes que surgieron. Para los especialistas, esas inquietudes instan a profundizar el trabajo respecto de algunos prejuicios culturales muy instalados.
Además, se arribó a la conclusión de que los trabajos de campo sobre territorios se encuentran desactualizados y que sus conceptualizaciones cambiaron mucho en los últimos años. Esas mutaciones señalan la existencia de una “subjetividad mortífera”. Para Patzi Roque, operadora territorial del Programa ATAJO y vecina de la villa 31, “ya no existen los barrios, las configuraciones son diferentes, los cortes entre sectores también; el barrio cambió mucho desde que llegué a él a los 11 años hasta ahora”.
Según analizó Yanina Guthmann, del área de Gestión de información e investigación del ATAJO, los datos de gestión no arrojan grandes cambios en el orden de problemáticas de los consultantes por grupo etario. En tal sentido, destacó que “familia, violencia de género, información judicial con y sin detenidos y temas relativos a documentación son los que más frecuencia aparecen y esto se mantiene constante con las diferentes franjas etarias, en particular en aquellos grupos de menos de 25 años”. De todas esas problemáticas, Guthmann precisó que las dos primeras no sólo atraviesan la población de los barrios vulnerables, al tiempo que señaló que “la marcha ‘Ni una menos’, del mes pasado, demostró la confluencia de diferentes sectores de la sociedad en torno a esta situación”.
¿Hay una potencia política en las estrategias desplegadas por los jóvenes?
Según relevamientos preliminares, muy pocos de los jóvenes que llegan a ATAJO estudiarían, la mitad se encontraría desocupada, y del restante 50% un alto porcentaje realizaría changas. Una cuarta parte de las mujeres, en tanto, desarrolla tareas al interior del hogar. Esta sería una fotografía de los consultantes de ATAJO de menos de 25 años.
Desde ATAJO, sin embargo, consideraron importante rescatar las estrategias más allá de estos datos, que se explican en la precariedad del hábitat, del medioambiente y de la situación laboral, y el cuidado de sí mismo por parte de cada una de las personas que habitan los barrios. En tal sentido, los talleres que asiduamente realiza el Programa resultan la ocasión propicia para vincularse de otro modo con la comunidad, sin escritorio y registro mediantes. “Los encuentros son libres, y eso nos permite generar nuevas formas de acercamiento a las personas y a sus necesidades”, evaluaron Laura Duarte y Trinidad Baruf, encargadas del área de Formación y Promoción de Derechos.
“¿Cómo transitar el barrio, por dónde, de qué modo juntarse y agruparse?”, fueron algunas de las inquietudes que suscitó el debate. El Colectivo Juguetes Perdidos insistió en la necesidad de encontrarse en los lugares que habitan los jóvenes, especialmente a través de talleres que nunca se institucionalizan y espacios autónomos donde los saberes demasiado formalizados sirven poco. Asimismo, rescataron la importancia de encontrarse sin demasiadas exigencias en cuanto al número de asistentes, ni persiguiendo en forma excluyente determinadas metas académicas o de aprendizaje. “Lo importante es encontrarse sin rendir cuentas. Escuchar a los chicos y poder estar ahí con ellos. Escuchar en particular por dónde pasa la violencia y el padecer. Y determinar si ese padecer es social”, consideraron.
Fuerzas de seguridad y jóvenes
Hacia el final se abordaron temas relativos a las fuerzas de seguridad: la “violencia letal”, y el lugar que la policía tiene en el barrio. Según estudios puestos en consideración durante la Jornada, en Rosario la población de los barrios más estigmatizados y con mayores índices de violencia supone que “los gendarmes tienen derecho” mientras que las fuerzas de la policía provincial no los tienen. Para los jóvenes de esas barriadas, los gendarmes tendrían mayores atribuciones y cuentan con más alta legitimidad frente a la policía local que es considerada como una fuerza demasiado involucrada con el delito. En tal sentido, fue destacada la labor de la Policía de Acción Táctica (PAT), que configura los encuentros de los jóvenes en el espacio público.
Para la investigadora Eugenia Cozzi, los jóvenes suelen ser tratados sólo como “tiratiros”, y ellos se apropian de ese estigma, no obstante lo cual muchos de ellos se “rescatan” a través del trabajo o, en determinados casos, el prestigio. Apareció la idea de una “mirada pilla” que permite darles sentido a los “interiores estallados” de los chicos para los que “gatillar es fácil” complejizando y humanizando experiencias de vida muy dolorosas. Asimismo fue destacado el concepto de “amistades fuertes”.
Finalmente, la Jornada consideró la importancia de incidir mediante estos debates y encuentros académicos en el trazado de políticas públicas en materia de seguridad, también a través de denuncias colectivas, que permitan visibilizar las prácticas de hostigamiento a militantes y el recrudecimiento de las violencias, además de realizar cartografías que puedan aportar elementos concretos para una mejor gestión de los conflictos. Sobre el particular, echó luz el pensamiento de Javier Auyero, para quien “cuando se encuentra en los márgenes del orden social, el Estado opera de forma similar a los regímenes autoritarios”.