Una de las construcciones que se encuentran en el predio donde se alza el tradicional Faro Punta Mogotes marplatense fue lugar de cautiverio para al menos una decena de personas secuestradas en la última dictadura cívico militar. Así lo reconocieron tres ex detenidos desaparecidos que participaron de la inspección ocular ordenada por el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata, en el marco de la Megacausa Subzona 15, que juzga el accionar de 42 miembros de las tres Fuerzas Armadas, la Prefectura Naval Argentina y la Policía de la Provincia de Buenos Aires, en perjuicio de 272 víctimas.
Por el Ministerio Público Fiscal de la Nación estuvieron presentes el fiscal Juan Pablo Curi y la auxiliar fiscal María Eugenia Montero con su equipo de trabajo, los jueces Alfredo Ruiz Paz y Roberto Falcone y abogados de las defensas, que recorrieron en esta oportunidad sólo una de las construcciones ubicadas sobre la derecha, en el ingreso al predio donde funciona actualmente el Sitio de la Memoria Faro, y supo ser parte de la Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina (ESIM).
Por el MPF estuvieron el fiscal Juan Pablo Curi y la auxiliar fiscal María Eugenia Montero con su equipo de trabajo, además de los jueces Alfredo Ruiz Paz y Roberto Falcone y abogados de las defensas.
Dentro, Pablo Mancini relató que en esa sala de pocos metros cuadrados había –mientras duró su cautiverio de más de dos meses- diez detenidos, aunque llegaron a ser 12 o 14. Allí se habían dispuesto una decena de sillas donde ellos permanecían todo el día sentados e incluso dormían. Luego de algunas semanas recibieron colchones, pero su situación se mantenía: estaban esposados, atados de pies, con tapones en los oídos, algodones y vendas en los ojos y capuchas. La oscuridad era total. De hecho, las ventanas que hoy existen en el lugar suponen que no estaban o se encontraban tapiadas. “Yo estuve detenido 6 meses, tengo más de 60 años, pero los peores 20 días de mi vida los pasé acá”, cuenta Alberto Pellegrini, sobreviviente de este centro clandestino de detención. Salió con flebitis en las piernas, ampollas en las nalgas y le supuraban los ojos.
Hasta allá había sido llevado, como sus compañeros de cautiverio, desde la Base Naval y allí los devolvieron: las dos dependencias, además de Prefectura Naval, formaban parte del circuito criminal que fue operado bajo la órbita de la Armada.
Las 24 horas del día, relataron junto a su compañero Carlos Mujica, hacía mucho frío y sonaba un tocadisco “a todo volumen”. La música que sonaba la recuerdan con desprecio. “Acá no se escuchaba nada (justamente por las canciones que sonaban repetidas una tras otra), salvo el día que se rompía el tocadisco”, mencionó Mancini. Esto le permitió escuchar que estaban cerca de una ruta por la velocidad en que pasaban los autos, una vez escuchó a lo lejos a una mujer gritar, e incluso le pareció oír un ruido que asimiló luego con la rotación del faro: “era una secuencia muy especial”, dijo.
La inspección fue en el marco de la Megacausa Subzona 15, que juzga el accionar de 42 imputados.
Si bien ellos no fueron sometidos a otro tipo de torturas esos días o semanas o meses que allí permanecieron, Mancini contó que una noche los ataron con esposas a la espalda, a la tarde habían recibido patadas sin ningún sentido, y él sintió cómo violaban a una compañera que estaba a su lado. “Este lugar nos parecía más grande, pero estábamos pegados”, sostuvo. Cinco en una hilera, otros cinco al lado.
Al salir de este lugar, por una antesala donde ubicaron a los guardias y la mesa donde eran llevados de a uno a comer, la comitiva se dirigió a otra habitación ubicada del otro lado de esa construcción. Hasta allí llevaron a Mancini, a quien le hicieron firmar varios papeles –que nunca supo qué eran dado que en ningún momento le quitaron la capucha-; y en otra ocasión a Pellegrini a quien le tomaron una fotografía. “Abrí los ojos un segundo”, le dijeron.