Entre el martes y jueves de la semana pasada se desarrollaron nuevas audiencias en el juicio a la Triple A de Bahía Blanca, con la participación del auxiliar fiscal Pablo Vicente Fermento en representación del Ministerio Público Fiscal. Durante las jornadas se recibieron once declaraciones testimoniales, mediante las que se abordaron parte de los 24 homicidios en 1974 y 1975 que se le atribuyen a la organización paraestatal en este debate.
La causa -en la que también intervienen el fiscal general Miguel Ángel Palazzani y el fiscal ad hoc José Alberto Nebbia, y como partes querellantes Hijos Bahía Blanca, la familia de la víctima Luis Jesús “Negrito” García y la Universidad Nacional del Sur (UNS)- tiene como imputados a Juan Carlos Curzio, Osvaldo Omar Pallero, Héctor Ángel Forcelli y Raúl Roberto Aceituno, a quienes se acusa de haber pertenecido a la mencionada organización criminal y, en el caso de Aceituno, de ser uno de los autores del asesinato del estudiante y militante estudiantil David Hover “Watu” Cilleruelo.
Uno de los testimonios recibidos fue el del hijo y hermano de dos de las personas señaladas por la acusación como integrantes de la asociación ilícita, fallecidas con anterioridad al juicio. Se trata de un testimonio solicitado por la abogada de Hijos Bahía Blanca, Mónica Fernández Avello, luego de que el testigo hiciera llegar a dicha organización una sentida disculpa por las aberraciones de las que se vanagloriaban.
En referencia al caso de Cilleruelo, el testigo relató que en aquella ocasión su padre y su hermano arribaron a la ciudad de Necochea en un vehículo de la universidad, luego de dar muerte a un estudiante. Su padre dijo que quiso darle un culatazo y lo mató. De acuerdo con el requerimiento fiscal, Cilleruelo murió de un disparo en la nuca, siendo ambas personas sindicadas como coautores directos junto con Aceituno.
También habló de la actuación de su padre al servicio de Rodolfo Ponce. Dijo que la agrupación respondía políticamente a la Triple A –nombre con el que se autodenominaban–, y describió las relaciones con las fuerzas armadas y policiales y con sectores políticos. Habló de reuniones en su domicilio, entre su padre y el Mayor González de inteligencia del Ejército, quien hizo entrega al primero de armamento -se trata de Luis Alberto González, por entonces 2do. jefe del Destacamento de Inteligencia 181-, y de la relación de su hermano con Raúl Guglielminetti, quien –de acuerdo a las constancias de la causa– en 1975 revistaba en el Destacamento de Inteligencia 182 de Neuquén y estaba a cargo de la custodia de Remus Tetu en la Universidad del Comahue. Dijo que su padre tenía un nexo con una persona de apellido Gutiérrez, con quien iba a reunirse en la Secretaría de Bienestar Social de la Nación, y también dio cuenta de la amistad de su progenitor con miembros de la CNU de Mar del Plata.
Tras identificar a distintos integrantes del grupo, hizo mención a la relación de su padre con Aceituno, a quien ubicó como miembro del sindicato de la Junta Nacional de Granos, cuyos integrantes actuaban en el accionar operativo criminal, utilizando los vehículos y otros recursos de la entidad. Entre otros automotores empleados por el grupo, recordó el Fiat 125 y el Dodge Polara verde, este último de la CGT.
Un testigo envió a Hijos Bahía Blanca una disculpa por los crímenes de los que se jactaban su padre y hermano, y fue convocado a declarar.
El testimonio también giró en torno a los operativos. Al respecto, dijo que su padre salía por las noches y regresaba a la madrugada con pertenencias de valor, que en algunos casos conservaban como botín de guerra. Luego, los escuchaba hablar de las personas a las que habían ejecutado.
Se refirió además a la toma armada de la UTN y describió a uno de los ocupantes, de quien se decía que era quien colocaba “los caños” en las casas. En otro pasaje de su testimonio, mencionó a Néstor Luis Montezanti -imputado en la etapa de instrucción-, a quien recordó como el abogado de su padre en una causa por las que fue llevado preso, y en otro proceso radicado en Bahía Blanca.
“Me dio mucho terror vivir con mi progenitor” contó el testigo. Cerró su testimonio señalando que “lo que pudiera ser pertinente es que, así como estoy declarando yo, pudieran declarar también otras personas que, aunque sus familiares estén vivos, haya una ley que les permita contar lo que vieron y escucharon”.
La audiencia del martes
Además del mencionado testimonio, durante las tres jornadas se recibieron otras diez declaraciones testimoniales. El primer testigo en declarar el martes –un empleado no docente de la Universidad del Sur– relató que, con la llegada del rector Remus Tetu, apareció un grupo armado que tomó casi por asalto el rectorado, ocupándolo las veinticuatro horas e incluso pasando la noche en el lugar. Dio cuenta de las agresiones sufridas por un compañero de trabajo, que fue trasladado por el grupo armado en una camioneta al cementerio de la ciudad, en donde fue golpeado e interrogado. A raíz de aquella agresión, esta persona se fue de la ciudad. El testigo describió además los vehículos utilizados por el grupo, entre los que recordó una camioneta color oscuro, a la que la llamaban “la fiambrera”, y un Falcon color verde oscuro que usaban para trasladar al rector.
A continuación prestaron testimonio familiares de Alberto Mario Pojomovsky, víctima en la causa. En primer lugar lo hizo su hija, quien tenía dos años al momento de la muerte de su padre, y recién a los 13 pudo conocer que el deceso había sido producto de un asesinato. Describió además el miedo y el silencio que reinó en el ambiente familiar frente a aquel traumático y aterrador suceso y la necesidad de rehacer sus vidas.
La pareja de Pojomovsky habló sobre la noche del asesinato. Aquel día, al retirarse en su vehículo de la casa de una pareja de amigos en la madrugada del 28 de junio de 1975, un vehículo Falcon se atravesó impidiéndoles el paso. Tras un intento de secuestro, la mujer logró escapar, pero sufrió un disparo en una de las piernas en el recorrido. Cuando se alejaba del lugar escuchó los disparos efectuados a su marido, que había quedado con los captores. Luego, junto a uno de sus amigos volvió hasta el lugar del hecho, recogieron a un Pojomovsky malherido y lo trasladaron hasta un nosocomio, donde falleció veinte días más tarde a causa de los numerosos impactos.
Por otra parte, la testigo ratificó la declaración brindada ante la policía un día después del suceso, en la que entre los autos que se utilizaron en el operativo identificó al Falcon verde con techo blanco y una camioneta blanca doble cabina. Contó además que durante su agonía en el hospital, Pojomovsky manifestó que la patente del auto correspondía a un vehículo de la Universidad Nacional del Sur.
Luego del testimonio, la fiscalía solicitó que se requiera a la UNS la documentación de la camioneta abandonada en la escena del crimen y luego denunciada como robada por Pablo Argibay, en representación de esa casa de altos estudios, de acuerdo al expediente judicial de la época. Argibay fue uno de los imputados por la fiscalía por el asesinato de Cilleruelo, fallecido antes de que se concretara el llamado a indagatoria.
El cuarto testigo en declarar en la jornada del martes fue un médico que prestaba servicios en el consultorio odontológico del Consejo Escolar, justo en frente del edificio del Rectorado, desde donde pudo ver a Jorge Argibay, Pablo Argibay y Raúl Aceituno subir al Falcon verde y retirarse del lugar minutos antes del asesinato de Cilleruelo, y regresar las mismas personas minutos más tarde en el mismo vehículo, de donde descendieron portando armas.
El declarante los identificó como integrantes del grupo de tareas de Tetu en la universidad, y de la Triple A de Bahía Blanca, cuya cara visible era Rodolfo Ponce, jefe de la CGT local. Describió a su vez numerosos episodios en que presenció la circulación de los vehículos que utilizaban, entre ellos al Fiat 125 conocido como “la fiambrera” y un Dodge Polara que solía estar estacionado en el edificio de la UTN durante la toma armada de dicha institución.
Miércoles
La audiencia del día miércoles se inició con el testimonio del jefe de la división automotores de la Universidad del Sur en el período investigado, quien describió la utilización discrecional de los vehículos por parte del grupo armado, para lo cual aparecían en su oficina, colocando un arma de fuego sobre el escritorio. Entre otras circunstancias, recordó haber visto armamento a bordo del Falcon verde del Rectorado.
Posteriormente, testimonió otro empleado no docente de la universidad que describió con detalle el clima de terror vivido en la institución y en la ciudad de Bahía Blanca. Contó que los integrantes del grupo armado -al que identificó como la Triple A– realizaban prácticas de exhibición y ostentación de armas de guerra en la universidad. El día del asesinato de Cilleruelo escuchó una detonación. Los demás empleados dijeron no haber escuchado nada, mientras las palomas aún revoloteaban por el estampido. Por comentarios, supo que el hecho era atribuido a Argibay. Otro episodio relatado fue el de un miembro del grupo armado que disparó a plena luz del día contra un grupo de estudiantes en el recinto universitario. También él se refirió al episodio del empleado golpeado en el cementerio, y al de otro agredido físicamente en el ascensor del rectorado.
Por otra parte, hizo referencia al caso de Ovidio Oscar Ancel, quien fue hallado muerto junto a su socio Ángel Enrique Ogues, y al de Néstor Del Río, a quien intentaron secuestrar en los días previos al golpe de Estado, y que dos días más tarde fue fusilado en una cama del Hospital Municipal en donde permanecía convaleciente. “No pude ir a despedir a mi amigo por miedo. Yo estuve oculto mucho tiempo, después de eso desistí de realizar otra actividad sindical”, reflexionó el testigo, quien también mencionó a “la fiambrera”, el Fiat 125 celeste que permanecía estacionado en la esquina de la CGT, y que era utilizado para llevar a los secuestrados y ejecutarlos.
Por último, en la jornada del miércoles dio su testimonio el hijo de Salvador Julio Trujillo, obrero de la empresa textil “Lanera San Blas” de la ciudad de Bahía Blanca y militante del gremio de los textiles, secuestrado en la noche del 20 de septiembre de 1975 y hallado sin vida horas más tarde en la ruta de acceso a Puerto Galván, con seis impactos de armas de fuego en su espalda.
Otro testigo contó que una noche despertó con un arma en la cabeza, mientras la patota preguntaba dónde estaba su padre
El testigo explicó que su padre –que había sido propuesto como delegado para las elecciones que se realizarían luego del asesinato- sufrió varios episodios de persecución previos al deceso. Una noche llegó a su casa agitado luego de escapar a un tiroteo en las calles Colón y Don Bosco. Más tarde lo oiría insultar por ese suceso a los propietarios de la empresa y a Rodolfo Ponce, a quien el testigo identificó como la cabeza de la Triple A. Otra noche –meses antes del homicidio– despertó con un arma en la cabeza, mientras unas personas reclamaban a su madre que les dijera en dónde estaba su padre.
Sobre las circunstancias del homicidio, pudo saber a través de un vecino que su padre fue introducido en un Fiat 125 color claro, con cuatro tripulantes. Relató también el calvario vivido junto a su madre a partir de aquel suceso, y entregó al tribunal volantes repartidos por los compañeros de su padre en repudio al crimen y apuntando al sector de Ponce.
Jueves
El jueves declaró una alumna de las Escuelas Medias de la Universidad Nacional del Sur: dio cuenta de la presencia en esa sede del imputado Héctor Ángel Forcelli, quien luego de aparecer en 1975 con la designación de Tetu, junto a otra persona recorría los pasillos en los recreos y circulaba entre los estudiantes dejando ver sus armas debajo de los sacos. El clima de terror generado con la presencia del grupo armado llevó a que de 31 alumnos de su clase, sólo 18 terminaran el año en la institución. La testigo rememoró a los compañeros del colegio que fueron posteriormente desaparecidos, entre los que mencionó a María Clara Ciocchini, Eduardo Korsunsky, Elizabeth Frers y Manuel Santamaría.
Por último, declararon un amigo y la compañera de la víctima José Manuel González, miembro del grupo scout y de la comunidad de la parroquia San Roque de Bahía Blanca, y obrero en la construcción del parque petroquímico de la ciudad para la empresa Mckee Techint, ámbito en el que había actuado como delegado de obra. González fue secuestrado el 23 de abril de 1975 y hallado muerto un día más tarde a un costado de la ruta 22 con 12 impactos de balas en su cuerpo.
Su novia de aquella época habló sobre el compromiso social de la víctima, tanto en el ámbito parroquial como entre los compañeros de trabajo. González sabía que era perseguido, e incluso le había manifestado que temía por su vida. La persecución provenía de la UOCRA y de la CGT local, a la que caracterizó como “un monstruo que hostigaba a los trabajadores”, cuyo capo era Rodolfo Ponce. Los identificó con la Triple A, agrupación paramilitar que asoció a los sindicatos. Incluso, veían a los matones de Ponce en las misas de la parroquia.
"Un día fueron a buscarme al colegio y nunca más vi a mis padres reírse o cantar como antes”, graficó una testigo.
Sobre el episodio del secuestro, narró que aquella noche González volvía del trabajo en el colectivo de la empresa. La víctima nunca descendía en la misma parada como medida de protección. Aquel día bajó en la calle Zelarrayán a la altura del puente del canal, momento en el que fue secuestrado e introducido en un Falcon. La testigo dio cuenta del terror y el sufrimiento desatado, y trajo a colación las palabras del hermano de la víctima: “Yo tenía 14 años, me dijo, y un día fueron a buscarme al colegio y nunca más vi a mis padres reírse o cantar como antes”.
Las audiencias del juicio –en el que se ventilan 24 asesinatos cometidos entre 1974 y 1975– continuarán el 25, 26 y 27 de agosto, a las 9, y seguirán siendo transmitidas en vivo en el canal de YouTube de la UNS.