El titular de la Fiscalía Federal N°1 de Bahía Blanca, Santiago Ulpiano Martínez, requirió la elevación a juicio por el delito de falso testimonio agravado contra el instructor de canes Marcos Herrero, que intervino como perito en la causa de la desaparición y posterior muerte de Facundo Astudillo Castro, desaparecido el 30 de abril de 2020 hasta que su cuerpo apareció esqueletizado en el cangrejal del estuario de Bahía Blanca el 15 de agosto de ese mismo año.
A criterio de la fiscalía, la conducta desplegada por el imputado encuadra en la figura de falso testimonio reiterado en siete oportunidades, agravado por haber sido cometido en causa criminal contra los inculpados. Al respecto, Martínez sostuvo que en esas siete intervenciones el acusado “procuró incorporar a la causa conclusiones mendaces y pruebas plantadas, con el claro objeto de incriminar a los miembros de las fuerzas policiales en la desaparición de Astudillo”.
En ese sentido, el fiscal indicó que el imputado inducía a sus perros a que adoptaran determinados comportamientos para luego impartirle una interpretación incriminante, manifestando que habían hallado olores de Astudillo. Sobre ello destacó que el acusado “habría sido quien colocó los elementos de prueba en las escenas rastrilladas (un amuleto en forma de sandía y dos piedras turmalinas), todo lo cual vulneró gravemente el sistema judicial al ponerse en marcha el andamiaje judicial a fin de investigar y reprimir un delito inexistente”.
Sobre ese episodio, el fiscal explicó que ya de por sí era contradictorio que el imputado hubiera encontrado dos piedras turmalinas, cuando Astudillo sólo portaba una como colgante. Asimismo, señaló que en el caso se corroboró que ambas rocas no pertenecían al mismo cristal y que a través de un testimonio se supo que la turmalina que Astudillo llevaba en su collar era de color violeta y no negra. En cuanto al amuleto con forma de sandía, Martínez advirtió que “tres testigos diferentes -muy cercanos a Facundo Astudillo, entre ellos su ex pareja con quien convivió- manifestaron no haberlo visto nunca, lo que permite suponer que no lo portaba consigo habitualmente”.
El fiscal sostuvo que el acusado “procuró incorporar a la causa conclusiones mendaces y pruebas plantadas, con el claro objeto de incriminar a los miembros de las fuerzas policiales en la desaparición de Astudillo”.
La fiscalía sostuvo en el requerimiento que los resultados de las diligencias del acusado "no sólo van en contra de las reglas técnicas y científicas que rigen las tareas de búsquedas con canes, sino que también desafían la lógica y el sentido común”. En tal sentido, destacó que la técnica utilizada por el perito en el caso fue “drásticamente derribada por sus colegas”.
Al respecto, citó a uno de los especialistas convocados al proceso, quien en su declaración testimonial precisó que “un único perro no puede ser utilizado para buscar drogas, explosivos, seres vivos y/o cadáveres, como el imputado presenta a su can 'Yatel'” y puso de relieve que “no hay posibilidad de que la esencia de Facundo Astudillo permaneciera en los objetos encontrados, teniendo en cuenta el tiempo transcurrido hasta su hallazgo”, pues “luego de 36 horas es muy difícil que se perciban los rastros odoríferos de la persona”.
La fiscalía indicó que la conducta endilgada al imputado es idéntica a la que le valió una condena reciente en el fuero provincial de Mendoza. Allí fue condenado a la pena de 8 meses de prisión de ejecución condicional como autor penalmente responsable del delito de encubrimiento simple. Sobre ello, el fiscal sostuvo: “Si bien el hecho aquí investigado no se encuentra prima facie vinculado al que le importó una condena, no puedo dejar de remarcar que nos encontramos ante un modus operandi claro y reiterado en el tiempo por una misma persona”.
Falso testimonio
En el requerimiento de elevación a juicio, la fiscalía abordó las siete intervenciones del imputado que presentaron "irregularidades de carácter técnico y científico, distanciándose de cualquier práctica válida en el campo de la cinotecnia y de la búsqueda de rastros con la ayuda de perros adiestrados":
El acusado “habría sido quien colocó los elementos de prueba en las escenas rastrilladas (un amuleto en forma de sandía y dos piedras turmalinas), todo lo cual vulneró gravemente el sistema judicial" para "investigar y reprimir un delito inexistente”.
El caso
Facundo Astudillo Castro desapareció el 30 de abril de 2020 hasta que su cuerpo apareció esqueletizado en el cangrejal del estuario de Bahía Blanca el 15 de agosto. De acuerdo a las pruebas, Facundo salió a dedo desde Pedro Luro hacia Bahía Blanca -debía recorrer unos 120 kilómetros- para visitar a su exnovia, en el contexto en el que regía el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) dispuesto por el Poder Ejecutivo Nacional como medida sanitaria frente a la pandemia de COVID-19. La norma prohibía la circulación en la vía pública, salvo al personal denominado "esencial", y establecía la intervención de las fuerzas de seguridad para que hicieran cesar la acción de quien la violara.
El joven había pasado la noche del 29 de abril en la casa de un amigo y en la mañana del 30, a las 5.00, inició el viaje a pie por la Ruta Nacional N°3. Tras recorrer los primeros 30 kilómetros del trayecto, Facundo arribó a Mayor Buratovich, donde llegó gracias a un automovilista que lo acercó. El joven tuvo allí su primer encuentro con una autoridad policial alrededor de las 10.00.
A partir de entonces, la investigación se abre en una serie en incógnitas; la evidencia forense obtenida en diferentes procedimientos, los datos técnicos que se desprenden de dispositivos de telefonía celular y las declaraciones testimoniales relevadas no son suficientes para conformar un relato uniforme y cronológico del derrotero de Facundo.