El fiscal Marcelo Martínez Burgos solicitó ayer que se condene a 18 años de prisión a Matías Lucas Silvera por el intento de femicidio de Aylín Silvera. El joven de 31 años disparó siete veces contra la joven, en junio de 2014. Uno de los tiros le destrozó la vejiga. Según informó el Tribunal Oral en lo Criminal Nº22, el veredicto se conocerá el próximo jueves 20 de abril.
Para el fiscal, Matías Lucas Silvera es responsable del delito de “homicidio calificado por ser la víctima una persona con la que mantuvo una relación; y por haber sido de un hombre hacia una mujer mediando violencia de género agravado por haber utilizado un arma de fuego”, en grado de tentativa. El hombre está detenido desde marzo del año pasado, luego de permanecer casi dos años prófugo.
En la causa, intervienen la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres y Dirección General de Acompañamiento, Orientación y Protección a las Víctimas. La UFEM, a cargo de la fiscal Mariela Labozzetta, comenzó a intervenir en el caso en diciembre de 2015, a partir de la derivación efectuada por la DOVIC, cuyas profesionales acompañaban a la víctima y su familia por la presentación espontánea de la madre.
“Los siete tiros a menos de un metro, el grado de vulnerabilidad de la víctima, el historial de golpes y violencia dan cuenta de que el hecho debe ser considerado como un fusilamiento”, dijo el fiscal.
El alegato fiscal
Al comienzo de su exposición, Martínez Burgos repasó el requerimiento de elevación a juicio realizado por los fiscales Carlos Vasser y Labozzeta. El 25 de junio de 2014, cerca de las 20, cuando Aylín llegaba a su domicilio, el acusado la interceptó y quiso entrar a la casa. Cabe destacar que para ese momento, Silvera y la víctima ya estaban separados y el único diálogo que tenían era para arreglar cuestiones relacionadas con el hijo que tienen en común.
Cuando la joven intentó frenar el ingreso de su ex pareja a la casa, el hombre sacó una pistola y le apuntó a la cabeza. “¿Otra vez?”, le dijo ella, refiriéndose a una ocasión anterior donde él la había agredido con un arma de fuego. Aylín se fue hacia atrás y Silvera entró. Inmediatamente, y a menos de un metro de distancia, comenzó a dispararle en dirección a sus piernas. En un momento, la joven intentó cubrirse la cara con una silla de plástico para protegerse. Según los informes de la causa, la silla quedó dañada con la impronta de una bala.
A pesar de que Aylín ya tenía tres tiros en la pierna, Silvera continuó disparándole. Una de las balas entró por su pelvis, le destrozó la vejiga y le tocó el nervio ciático. A partir de ese momento, la víctima no sintió las piernas. El agresor fue hasta el dormitorio y, mientras estaba ella estaba en el suelo, siguió con su ataque.
La última escena fue observada por los hermanos de la joven, que habían estado minutos antes del ataque en la puerta de la casa. “No te metas porque te tiró a vos también”, le dijo el acusado al hermano. Cuando la hermana de Aylín le preguntó por qué había disparado, Silvera respondió: “por atrevida”.
El fiscal enumeró las agresiones previas referidas por los testigos y la víctima: todos hablan de golpes, amenazas, patadas, trompadas, un tiro en la pierna y hasta incluso la posibilidad de tirarle aceite hirviendo.
El fiscal cuestionó la indagatoria que dio el imputado durante la instrucción, quién dijo que aquél día había llamado a Aylín y que luego de varios intentos, un hombre lo había atendido. A partir de ahí, aseguró que fue a buscar a la casa de su ex pareja una campera para su hijo y que, al no encontrarla, se encontró con los dos hermanos de la damnificada.
Según Silvera, cuando la víctima llegó, le preguntó por qué lo había atendido “ese gil”. “Ese gil me da lo que vos no me das”, habría dicho la joven de acuerdo al relato del acusado. A partir de ahí, aseguró no recordar nada hasta la mañana siguiente, cuando se despertó “sucio, con frío y sin el arma”.
“El único motivo por el cual tenía la pistola era para dañar a Aylín”, aseguró el fiscal. Afirmó que Matías Lucas Silvera no se encontraba ni drogado ni alcoholizado ya que, si así hubiera sido, los hermanos de la víctima no la hubieran dejado con él. Silvera manifestó que las discusiones eran “verbales, como las de cualquier pareja”. El fiscal contrapone esa versión con los relatos de la propia víctima y de sus familiares: todos hablan de golpes, amenazas, patadas, trompadas, un tiro en la pierna y hasta incluso la posibilidad de tirarle aceite hirviendo.
El representante del Ministerio Público consideró que el relato de la víctima no sólo es verosímil sino que se confirma con el resto de la prueba que hay en la causa. “No hay forma de que las cosas pasaran de una distinta a la que contó Aylín”. Dentro de la casa se secuestraron siete vainas servidas, todas pertenecientes a la misma arma. Según la inspección ocular realizada, se observaron cinco improntas de bala dentro de la casa. Una de ellas en la silla que usó la joven para resguardarse y otra en el suelo de la habitación, tal como declaró la víctima.
El fiscal destacó que Silvera tuvo cuatro oportunidades para desistir de su ataque. La primera, al ingresar a la casa mientras le apuntaba a Aylín. La segunda cuando ya le había disparado tres veces en la pierna y la tenía repleta de sangre. La tercera, en el instante en que ella trató de protegerse con la silla. Y, por último, cuando la víctima se fue hacia la habitación para resguardarse. No obstante, el hombre continuó con los disparos. “Tuvo una clara intención de matarla”, reafirmó Martínez Burgos. Después del ataque, el acusado salió tranquilamente de la casa.
En la inspección ocular se observaron cinco improntas de bala dentro de la casa. Una de ellas en la silla que usó la joven para resguardarse y otra en el suelo de la habitación, tal como declaró la víctima.
“Acá no hubo enfrentamiento o forcejeo, fue directamente un fusilamiento”, recalcó. “Los siete tiros a menos de un metro, el grado de vulnerabilidad de la víctima, el historial de golpes y violencia dan cuenta de que el hecho debe ser considerado como un fusilamiento”, agregó.
Para Martínez Burgos, hubo un desprecio absoluto por la vida y tomó en cuenta todo los hechos anteriores: el disparo un año antes, los golpes, la amenaza del aceite caliente, que hubo una planificación por parte de Silvera, que consistió en dejar a su hijo con su hermana, aprovechar la confianza que le tenían y esperar para estar a solas. “Fue un acto de total cobardía”, expresó. Durante los casi dos años en los que estuvo prófugo, el hombre continuó enviándole mensajes a su ex, a pesar de que ella cambiaba el número celular muy seguido.
Aylín estuvo internada 40 días en el Hospital Santojanni. Tuvieron que reconstruirle su vejiga y tardó un año en caminar. Estuvo sin poder moverse más de 40 días; un año con pañales; no podía bañarse; perdió su trabajo y estuvo con botón de pánico y con custodia policial hasta que detuvieron a Silvera. “Hasta hoy, la joven sigue con miedo: mencionó esa palabra cuatro veces en su declaración en el juicio”, ejemplificó el fiscal. “Por simple casualidad, por cómo actuaron sus hermanos, por la rapidez con la que fue operada es que juzgamos una tentativa y no un homicidio”, enunció.
Al momento de calificar el hecho, tuvo en cuenta la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Violencia contra las Mujeres, conocida como la Convención de “Belem do Pará”. Afirmó que el hombre aprovechó el vínculo que tenían, la confianza y la relación que tuvieron desde los 14 años de la joven, lo que le permitió perpetrar el hecho con mayor facilidad.
Al momento de aplicar el inciso 11 del artículo 80 (el comúnmente denominado como femicidio), explicó que quedó acreditado que Silvera consumó el acto por su intención de dominar a Aylín. “Cuando el imputado dice que le disparó a la víctima por atrevida, es que se pone en un lugar de dominio”, se explayó. Dijo que el hombre no reconoce a su ex pareja como una persona libre. “Como ella no le atendió el teléfono y como decidió separarse, decidió matarla”, indicó.
Aylín estuvo internada 40 días en el Hospital Santojanni. Tuvieron que reconstruirle su vejiga y tardó un año en caminar. Estuvo sin poder moverse más de 40 días y un año con pañales.
Afirmó el fiscal que Matías Lucas Silvera fue plenamente consciente de sus actos y que no fue preso de ningún arrebato emocional. Sostuvo que por los actos de violencia de género anteriores, queda excluida la posibilidad de aplicar “circunstancias extraordinarias de atenuación”, de acuerdo a la ley 26.791.
Sobre este punto, UFEM explicó que desde hace varios años el derecho ha cosechado críticas por acudir a los conceptos de "crimen pasional”; “celos"; "emociones no controladas”; "emoción violenta” para atenuar la responsabilidad de los hombres que ejercen violencia contra las mujeres con las que tienen o tuvieron un vínculo afectivo. Consideraron que esto no es sólo una forma de minimizar desde los tribunales de justicia la violencia contra las mujeres sino también una forma de responsabilizarlas por haber provocado “al arrebato” o por generar los enojos que “desencadenaron la locura”.
La Unidad indicó que el llamado crimen pasional es, en verdad, una construcción cultural antes que el producto exclusivo de estados de alteración emocional. Consideraron que su utilización como atenuante de responsabilidad "parece cumplir funciones ideológicas en el ejercicio de las jerarquías sociales y de género", pues oculta las razones de misoginia, discriminación y dominación masculina, existentes detrás de los asesinatos contra las mujeres.
“La castigó, la fusiló por atrevida; le vació el cargador del arma porque Aylín se atrevió a no complacerlo, a no atenderle el teléfono, a separarse”, resaltó el fiscal hacia el final del alegato. “Quiso doblegar a su ex, pretendía someterla a su voluntad”, concluyó Martínez Burgos para luego solicitar los 18 años de cárcel.
La defensa, por su parte, aseguró que no hubo intención de matar. Marcó que los testigos armaron una “fotografía de la situación” porque desprecian a Silvera y recalcó que las situaciones de violencia previas nunca fueron probadas. Consideró que el hombre es desde hace muchos años adicto a las drogas y al alcohol y que tiene, por lo tanto, una alteración de sus capacidades psíquicas.
“Pudo haber una explosión emocional”, argumentó el defensor, al momento de pedir la absolución por inimputabilidad. Subsidiariamente, solicitó que se califique al hecho como “lesiones graves” ya que, a su criterio, no hubo planificación ni intención de matar a Aylín. “No alcanza con impresionarse con la cantidad de disparos o con historias de violencia no probadas, hay que leer si Silvera quiso causarle la muerte y no fue así”, sostuvo.