03 de octubre de 2024
03 de octubre de 2024 | Las Noticias del Ministerio Público Fiscal
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La primera de dos audiencias que se llevan a cabo en Buenos Aires
Juicio por la Verdad por la Masacre de Napalpí: continuaron los testimonios en el Centro Cultural Haroldo Conti
Durante la jornada de ayer declararon siete investigadores e investigadoras que dieron cuenta del contexto en el que se llevó adelante la masacre. El debate se reanudará mañana.

El Juzgado Federal N°1 de Resistencia se constituyó ayer en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para celebrar una nueva audiencia en el marco del juicio de verdad por la Masacre de Napalpí, que abarca los crímenes perpetrados por el Estado, en 1924, contra integrantes de pueblos originarios y campesinos en el entonces territorio nacional del Chaco.

La quinta jornada del juicio se realizó en Centro Cultural Haroldo Conti, ubicado en el espacio por la Memoria de la exESMA. A lo largo de la audiencia declararon los investigadores e investigadoras Marcelo Musante, Nicolas Iñigo Carrera, Lena Davila, Alejandro Covello, Alejandra Aragón, Carlos Arturo Salamanca y Eva Nazar Gaulo, quienes dieron cuenta del contexto social, económico y político en que se llevó adelante la matanza.

Los trabajos de investigación de cada científico y científica fueron relevados durante la investigación preliminar de la fiscalía, instancia que permitió el requerimiento de realización de un juicio por la verdad, oral y público .

En el debate, que comenzó el 19 de abril, interviene la Unidad Fiscal de Derechos Humanos de esa jurisdicción, integrada por los fiscales generales Carlos Amad y Federico Carniel, el fiscal federal Patricio Sabadini y el fiscal ad hoc Diego Vigay.

Las reducciones indígenas

El primero en declarar fue el sociólogo, docente e investigador de la Universidad de Buenos Aires y de la Red de Investigadorxs sobre Genocidio y Política Indígena en Argentina, Marcelo Musante, quien basó su exposición en explicar cómo funcionaban las reducciones como en la que se llevó adelante la matanza indígena de 1924.

“La masacre de Napalpí se llevó a cabo en una sistema de reducciones para indígenas de Napalpí, que formó parte de un sistema que se implementó en el Estado Argentino entre 1911 y 1956. Fue un sistema que llegó a contar con cuatro reducciones. Napalpí se tiene que entender en este sistema de concentración y disciplinamiento de las comunidades indígenas de la región. Fue un sistema copiado de Estados Unidos que ya contaba con muchas críticas. Y tiene una particularidad que es la especificidad étnica de las personas que están reducidas”, comenzó Musante.

“La reducción de Napalpí es la condición para la masacre. Las condiciones en las que se encontraban las comunidades hacen que esa masacre fuera inevitable”, dijo Musante.

El investigador detalló que llegaron a haber 7 mil personas reducidas. “La reducción de Napalpí es la condición para la masacre. Las condiciones en las que se encontraban las comunidades hacen que esa masacre fuera inevitable”, aseguró.

Musante marcó dos ejes: el afuera y el adentro de las reducciones. Con respecto al afuera, recordó que entre 1911 y 1956 toda la región de Chaco y Formosa eran aún territorios militarizados. “Esto es importante porque explica por qué las comunidades indígenas aceptaban ir a la reducción. Porque en el afuera eran sujetas a ser detenidas y asesinadas todavía en el marco de las Campañas al Desierto”, explicó.

El especialista acompañó su testimonio con información oficial a través de diapositivas. En la primera de ellas, se pudo ver cómo la gobernación del territorio de Chaco le pagaba a la reducción de Napalpí por las mercaderías que les proveía al personal de tropa y policía montada que estaban allí. “Por eso, podemos decir que la masacre no fue un suceso extraordinario sino que había fuerzas apostadas hacía dos meses”, afirmó.

Entre los documentos el investigador también exhibió un listado -procedente de un archivo provincial- de 35 gendarmes del Regimiento de Gendarmería de Línea, lo que luego se transformaría en la Gendarmería Nacional, que arribaron dos días antes de la matanza. Se trata de la fuerza de seguridad que, junto a la policía territorial, llevó adelante la represión. “La masacre fue un hecho planificado”, añadió Musante.

Luego, el investigador describió cómo funcionaban las reducciones por dentro. En esa línea mencionó y expuso mediante diapositivas la existencia de un Reglamento para el Personal de las Reducciones de Indios de 1925, un año después de la masacre. En ese reglamento, detalló, se definían los roles de las diferentes personas que formaban parte de la administración, que eran entre 40 y 50 personas, pero también se definía la mirada sobre los indígenas.

“Existen imágenes de las condiciones físicas. Les sacaban fotos desnudos que son inmostrables por la violencia. Pero son documentos que existen y están en la Biblioteca Nacional del Congreso”.

Musante describió que en el reglamento menciona las palabras “vigilar” y “vigilancia” 26 veces en las 25 páginas que lo componen. Además, el documento explicita y desarrolla la función del administrador de las reducciones: era la primera autoridad de la reducción y el único juez dentro de ella.

“Ninguna de las personas de todas las que entrevistamos que estuvieron en las reducciones de Napalpí y Formosa conoció jamás el reglamento. Eran castigados pero no sabían por qué. Las condiciones a las que eran obligadas, no las conocían por escrito”, aseguró el testigo.

Por otro lado, el investigador describió que de noche las reducciones se cerraban y los indígenas no podían salir.

Musante destacó que discursivamente se decía que el proyecto de disciplinamiento indígena de Napalpí era “exitoso”. Sin embargo, expuso una imagen producida por el propio Estado que consignaba que había niños indígenas de la reducción de Napalpí sin acceso a la educación. “Quienes terminaron estudiando en las escuelas de la reducción fueron los blancos que trabajaban en la administración”, detalló.

Musante describió como “paupérrimo” el estado sanitario de las comunidades en las reducciones y dijo que los informes son devastadores. “Existen imágenes de las condiciones físicas. Les sacaban fotos desnudos que son inmostrables por la violencia. Pero son documentos que existen y están en la Biblioteca Nacional del Congreso”, aseguró.

También se refirió a las planillas sobre cómo se registraba el trabajo indígena en las reducciones. “Les hacían poner el pulgar como registro de pago. Había registros de hombres, mujeres, niños y niñas. Las reducciones fueron un sistema de explotación laboral. El dinero que producían era el que hacía que se sostuviera el propio sistema reduccional. No solamente para pagarle el sueldo a la administración sino también a la comisión honoraria que funcionaba en Buenos Aires y a las misiones religiosas que operaban en los territorios”.

Antes de finalizar, refirió cómo operaba el concepto de la deuda. “Cuando los indígenas ingresaban a la reducción se le entregaban instrumentos de labranza, ropa y automáticamente eso les genera una deuda con el almacén y con la administración que generaba una gran presión sobre las familias indígenas. Todo lo que producían se lo entregaban al administrador. También se les descontaba la comida. Solamente podían gastar en el almacén de la reducción”, finalizó.

"Les hacían poner el pulgar como registro de pago. Había registros de hombres, mujeres, niños y niñas. Las reducciones fueron un sistema de explotación laboral. El dinero que producían era el que hacía que se sostuviera el propio sistema reduccional".

El contexto

Luego fue el turno de la declaración del historiador e investigador principal del CONICET, Nicolás Iñigo Carrera. El especialista hizo mención al proceso histórico, social y económico en el que se inserta la Masacre. Para eso, se refirió al momento en que Argentina se constituyó como Estado Nación en relación con el mercado mundial. “En 1880, lo que se define es el territorio que va a constituir ese Estado Nación y el destino de las poblaciones que existían en esos territorios, en particular, las poblaciones indígenas”, describió.

El historiador se refirió a dos grandes campañas militares. La que se llevó a cabo en La Pampa y en la Patagonia y otra que se realizó en Chaco. “Ahí se puede establecer una primera diferencia: mientras en la conquista militar de la Patagonia predominó un proceso de expulsión de la población, en la zona chaqueña se trató de fijar una porción de población al territorio con el objetivo explicito de que constituyeran un brazo barato para las industrias que se quisieran instalar allí”, aseguró.

“En esas campañas militares, los jefes y científicos y que acompañaban hicieron un estudio detallado del territorio que iban conquistando. Y es llamativo que en los informes sobre los recursos naturales de la zona enumeraban vegetales, animales e indígenas, en un mismo plano”, continuó.

“La discusión era si convenía importar trabajadores de la india o europeos o aprovechar la mano de obra local y barata que está adaptada a la zona”, agregó.

Carrera contó que, cuando trabajó como ayudante, le tocó hacer una parte del trabajo en un lugar cercano a la Masacre de Napalpí. “Cuando preguntábamos nadie quería hablar del tema. Se hablaba solo en voz baja”, recordó.

Finalmente, aseguró que lo que ocurrió en Napalpí no es ajeno a otros hechos que se produjeron en la misma época: “La Huelga de la Patagonia, la mal llamada Semana Trágica... Son casos en los que se aplica la violencia sobre poblaciones mayoritariamente trabajadora para imponer determinadas condiciones de trabajo y producción”, sintetizó.

"Mientras en la conquista militar de la Patagonia predominó un proceso de expulsión de la población, en la zona chaqueña se trató de fijar una porción de población al territorio con el objetivo explicito de que constituyeran un brazo barato para las industrias que se quisieran instalar allí”.

En la audiencia también declaró la antropóloga Lena Dávila da Rosa, quien destacó en su declaración que hacia 1920 los algodonales empezaron a competir vorazmente con los ingenios azucareros por la fuerza de trabajo indígena. “Los indígenas del gran Chaco solían migrar a la zafra dejando sin mano de obra a los algodonales de la región. Como resultado de la presión de los propietarios de los algodonales de los territorios nacionales de Chaco y Formosa se prohibió la contratación de los indígenas fuera de estos territorios. Esta prohibición de migrar como fuerza de trabajo en búsqueda de mejores condiciones laborales afectó a los indígenas de la región, incluyendo a los pobladores de Napalpí. Pero además, se agregó que la administración de Napalpí les exigía a los indígenas que les entregaran lo producido de la cosecha de algodón y les prohibían terminantemente venderlo a otras personas. A esto se le sumó una quita del 15 por ciento de la  producción cosechada por los trabajadores indígenas también decidida por la administración con motivo de financiar las herramientas de labranza y del mantenimiento del propio establecimiento”, señaló la especialista.

La investigadora aseguró que todas estas medidas aumentaron la explotación de los trabajadores de la reducción de Napalpí y destacó el trato desigual que existía respecto de otros trabajadores.

“Los otros trabajadores no indígenas podían vender su fuerza de trabajo a quienes quisieran, podían circular libremente por los territorios nacionales y argentinos, podían  vender su cosecha a quienes quisieran. Todo esto les era negado a los que vivían en la reducción de Napalpí”, afirmó. Para la antropóloga, estas medidas fueron las que generaron gran malestar seguido por una protesta por mejoras laborales.

Por último, se refirió a la masacre y al relato de los sobrevivientes, sus hijos y nietos que dieron cuenta de la existencia de un avión que sobrevolaba la zona y desde el cual tiraban caramelos. “Rosa Grillo dice que ellos no conocían los caramelos y había muchas expectativas por conocer qué eran. Cuando se acercaron a recogerlos empezaron a sentir el estruendo y el tiroteo”, describió.

Luego de un cuarto intermedio declaró el piloto de Aerolíneas Argentinas e historiador sobre la aviación en la Argentina, Alejandro Gustavo Daniel Covello.

El hombre mencionó que en su libro “Batallas áreas” describió los hechos en los que el artefacto avión participó de represiones que sembraron el terror. El foco estaba puesto en el Bombardeo de Plaza de Mayo, ocurrida en junio de 1955. “Busqué procedencia y registros de donde se podía encontrar el artefacto avión en este tipo de hechos y ahí me encontré con la Masacre Napalpí. Fue un hecho fundante porque es la primera vez que se utilizó el avión con armamento de guerra contra los habitantes de nuestro territorio”, afirmó.

“En mi investigación concluyo que el uso del artefacto avión en la Masacre de Napalpí fue un acto de castigo, escarmiento y terror. Arrojaron caramelos para que la gente saliera. En 1924, ver un avión podía ser interpretado como un símbolo mágico, o hasta como un Dios. Indudablemente iba a llamar la atención para los que estaban abajo”, añadió.

"Fue un hecho fundante porque es la primera vez que se utilizó el avión con armamento de guerra contra los habitantes de nuestro territorio", afirmó el piloto e historiador Alejandro Covello.

“En 1924, el terror desde el aire le abrió la puerta al 16 de junio del 55. Necesitamos verdad y justicia. La utilización del artefacto avión en Argentina muchas veces se convirtió en un delito de lesa humanidad, por eso creo que es importante incorporar esta verdad a los libros de aeronáutica argentina y en la formación de aviadores militares y civiles”, concluyó.

En la audiencia también declararon las archivistas Mariana Nazar y Alejandra Aragon, quienes trabajaron en la búsqueda y sistematización de documentos de la época en el Archivo General de la Nación. Ambas se refirieron a su importancia como pruebas de contexto y de la Masacre .

Asimismo dieron cuenta del intento sistemático de ocultar y de no investigar aquello que había sucedido en Napalpí y cómo fue el proceso de búsqueda de información.

Por último, el investigador Carlos Arturo Salamanca aseguró que la Masacre de Napalpí no solamente abarca los hechos ocurridos en 1924, sino una serie de violencias vividas antes y después de 1924, adentro y afuera de Napalpí.

“Toda esa heterogeneidad de violencias puede ser agrupada bajo una sola definición que es la violencia colonial en la que hay una sociedad que intenta imponerse sobre otra”, señaló.

“Los indígenas se refugiaron primero en el monte pero el refugio definitivo fue la chacra y la plantación. Un indígena proletarizado en silencio, hachando, refugiado en esa rutina y sin hablar de la masacre”, concluyó.